BARCELONEANDO

Un artista llamado 'Sinpapeles'

Un extranjero anónimo con pasado de indocumentado llena el centro de BCN con una sencilla pintada reivindicativa

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Mauricio Bernal

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Hay anonimatos escrupulosos y anonimatos más escrupulosos aún. El de 'Sinpapeles' pertenece a la segunda categoría. Para empezar hay que llamarlo así, 'Sinpapeles', como la obra que pinta y pinta sin parar por el centro de Barcelona: en estaciones de metro, en jardineras, en muros, en prácticamente cualquier superficie susceptible de transportar su mensaje. Porque es un mensaje: caminar por el centro y encontrarse a cada paso ese 'sinpapeles' escrito con estilizada letra de colegial es el recordatorio de algo, de un fenómeno para algunos, de un ser humano con rostro y manos para otros. "Mi intención es poner un tema de debate sobre la mesa. Le recuerdo a todo el mundo que estamos aquí limpiándote la casa, poniendo tu comida en la mesa, reformando tu cocina o vendiendo una cerveza por un euro en el centro de Barcelona, y que seguramente hay alguien con papeles beneficiándose de todo esto".

"Esta ha sido mi manera de expresar lo que sentía", escribe por correo electrónico 

Como todos los artistas de la calle cuyo trabajo desafía las normativas municipales, 'Sinpapeles' está condenado al anonimato. El suyo es riguroso: la conversación tiene lugar por correo electrónico, las pistas sobre su biografía son escasas, su nombre real prefiere no revelarlo. "Mi nombre es 'Sinpapeles', el nombre que pone en mi documento no importa", escribe. En el fondo, su actitud está regida por la coherencia. 'Sinpapeles' lleva más de 10 años instalado en Barcelona y al principio fue uno de esos forasteros indocumentados para los que ser anónimos es una cuestión de supervivencia. "Un simpapeles no llama la atención, hace lo máximo posible para pasar desapercibido por la calle, es casi invisible. Son personas que no pueden hacer mucho más de lo que su situación les permite". Ahora ya tiene los documentos, los papeles. Su discurso no carece de ironía. "Me han ascendido de inmigrante a extranjero".

Dos tatuajes de homenaje

Las pistas sobre su biografía son escasas. "Soy de un país latinoamericano", dice. "De un sitio que ya fue colonia española". "Me fui de mi país porque mis padres lo decidieron, fue una decisión dura, no fue fácil tomarla". "Nadie es inmigrante porque está bien de donde viene". "Te podría contar mi historia como simpapeles, pero sería bastante simple". "La verdadera historia de los simpapeles te la puede contar una madre con tres hijos, que sin estudios consigue emigrar y sacar su familia adelante". "No soy un vándalo ni un grafitero, soy un artista". "Coger un espray y poner un nombre tan sencillo y con tanta fuerza en las paredes no es vandalismo, es mi arte". "Tengo otros trabajos como artista que no revelaré para preservar mi identidad, pero soy un artista". "Esta ha sido la manera de expresar lo que sentía".

Unos hombres lo persiguieron una vez al grito de "¡arriba España!"

Las reacciones que han suscitado sus grafitis reflejan a una sociedad cuya actitud frente al forastero se mueve entre el rechazo, el recelo, la tolerancia y la sencilla normalidad de vérselas con otro ser humano. El deber de sinuosidad que se impone cuando sale por la calle –el mismo deber que se impone cualquier inmigrante simpapeles– le ha servido para esquivar, de momento, a la policía; en cambio, cuenta que una vez lo persiguió un grupo de hombres al grito de "¡arriba España!", parece ser que enojados con las implicaciones de su firma. "Yo estaba pintando y escuché que dijeron: ¡Mira, es él! Acabé mi firma lo más rápido que pude y me fui de allí corriendo. Al ver que no me alcanzarían empezaron a gritar: ¡Arriba España!". Eso por un lado: el del rechazo. Por el otro, dice que recibe a través de las redes mensajes agradecidos, o mensajes de gente que se identifica con el simple hecho de ver escrito 'sinpapeles' por la calle. Dice que sabe de dos personas que se han tatuado su grafiti en el brazo ("en cursiva, tal y como firmo"), y que le han salido imitadores que reproducen su firma por la calle. "Sin querer –escribe– esto ya es un movimiento".

O quién sabe. Puede que nada de esto sea verdad.