BARCELONEANDO

La estampadora furtiva

La artista alemana Emma France Raff imprime en tres días 170 camisetas y 40 bolsos directamente de las aceras de Gràcia. Un 'street art' al revés

Ana Sánchez

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Te paras en seco mirando al suelo, como si te acabaras de encontrar un euro, un máster o un par de cremas de Olay. Calle Sant Lluís, Gràcia. Justo enfrente de la peluquería Veer, una chica con mono azul aplica tinta en la acera con un rodillo y ademán meticuloso. “Hola”, te sonríe. “¿Quieres estampar tu camiseta?”. Despliega una sobre los mosaicos. “Es bonito estampar las camisetas de la gente que pasea al lado”, dice mientras masajea la tela sobre el pavimento con mimo de artista. “No mucha gente dice que sí”. Un minuto después, despega la camiseta de las baldosas y aparece un estampado por el que mataría un hipster. “La belleza escondida en lo inesperado”, que dice ella. “Barcelona Panot N°563”, así se anuncia la misma camiseta días después en una web de Berlín. El panot nº 563 es el de la calavera, ese que los barceloneses tienen más visto que un meme de Cifuentes. Se vende por 59 euros. 

La chica del mono azul es Emma France Raff, alemana criada en Portugal. Hablas cinco minutos con ella y te ves capaz de invadir Polonia. Supura un idealismo contagioso. Nombre de guerra del proyecto: Raubdruckerin, algo así como ‘estampadora furtiva’. En femenino, recalca. “Es bonito que haya palabras femeninas -dice-. Normalmente son masculinas -se encoge de hombros-, ¿por qué?”.

¿El objetivo? “Explorar las ciudades en busca de detalles ignorados en el pavimento que resultan ser auténticas piezas de diseño”, explican

Hace 12 años que empezó a estampar camisetas, sudaderas y bolsos directamente de aceras, alcantarillas y tapas callejeras. Ha pasado el rodillo por suelos de casi 30 ciudades, calcula. Roma, Atenas, París, Lisboa, ha llegado a la India. Lo suyo es un street art pero al revés, compara. “Convertir un detalle de la ciudad en una imagen que se exhibe en el pecho de alguien”. ¿El objetivo? “Explorar las ciudades en busca de detalles aparentemente insignificantes e ignorados en el pavimento que resultan ser auténticas piezas de diseño”, detalla en la web.

“Uy, como os vea la Colau”, resopla un paseante con retintín de tertuliano de La Sexta. Tres minutos después se irá diciendo “¡fantástico!”. El encargado de la peluquería mira por el cristal con ensimismamiento de jubilado viendo obras. A ratos enseña el pulgar hacia arriba. Le preguntaron antes de instalarse enfrente. “Si no le hubiera gustado, no lo hacemos”, dice Orpheas, compañero furtivo de Emma. Son cinco trabajando en el proyecto en Berlín.

"No tenemos que hacer solo lo que nos digan"

Emma estampa camisetas con paciencia de artesana. 1, 2… hasta 60 en un día. “Después necesito un spa”, se ríe. Le das la razón tras 10 minutos en cuclillas con ella: estás al menos otros 10 caminando como Chiquito de la Calzada. Orpheas va haciendo fotos. “Para enseñar el proceso -justifica ella-. En una fábrica no vendrá una chica como vino esta mañana gritando: “¡Eres tú!, ¡eres tú!’. Le estampamos su suéter y se fue saltando”, recuerda. “Es bonito tener un vínculo con lo que llevas puesto -continúa sin dejar de estampar camisetas-, pensar de dónde viene, quién lo ha hecho. Pasan muchas cosas en el proceso. Conectas con la gente, haces que reflexionen: ‘Quizá yo también pueda tener una idea loca' -Emma despliega una sonrisa de final feliz-. Todo es posible. No tenemos que hacer solo lo que nos dicen que hagamos. Podemos descubrir nuestras propias ideas -se empieza a reír- en vez de avisar a la policía”.

Acaba de parar un coche de la Guardia Urbana a ver qué hacían. Ayer les pusieron una multa: 25 euros por “ensuciar los espacios públicos”. Se quedaron más blancos que Iniesta. Usan tinta ecológica, lavable, siempre dejan el suelo limpio, les explicaron. “Normalmente no tenemos problemas”, prometen. 

Hace un rato que estampó el panot de la flor a unos metros y no hay rastro de tinta. Ahora está con el de la calavera. “No es perfecto”, Emma señala un agujero en la baldosa, quizá de un chicle, y enseña el vacío en el dibujo. “Pero este agujero solo está aquí”. Horas después se instalarán sobre una antigua báscula de camiones. En tres días, estamparon in situ 170 camisetas y 40 bolsos que ahora pasarían por suvenires de catálogo.

¿Lo más extraño que han impreso? “Verduras”, se ríe Emma. “Puedes estampar de todo”. Hasta han hecho camisetas sobre los raíles del tranvía de Oporto. “Son muy lentos", se quitan heroicidad.

Las camisetas (59 €) y bolsos (25 €) de Barcelona ya están a la venta en la web. Ahí empieza la segunda parte del proyecto, dicen: cuando la gente lleva los estampados callejeros. “Y se convierten en parte del proyecto”, apunta Emma. “Pueden hablar de ello, verlo en el espejo, pasar por el lugar: ‘Mi camiseta se hizo aquí’”. Enfrente de la peluquería Veer.