HISTORIAS PERSONALES

Trasteros que atesoran vidas enteras

Miles de cajas guardan pertenencias personales, de lo útil a lo meramente emotivo, con el único condicionante de que no sean artículos perecederos ni explosivos

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Patricia Castán / Barcelona

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Montse -prefiere no dar su apellido ni ubicación exacta del centro- utiliza hace unos meses un trastero en la zona alta de Barcelona. No por gusto. Tuvo una separación sentimental "conflictiva" y sin tiempo para buscar un nuevo domicilio fijo, metió en un día todo lo que pudo en un montón de cajas. Unos amigos le ofrecieron una habitación donde alojarse temporalmente mientras recomponía su vida, pero era imposible trasladar allí toda su ropa y recuerdos de casi 40 años de vida. "No quería dejarlo en el piso por si no lo volvía a ver, pero tampoco podía tirarlo", explica. Y el trastero fue la salvación. "Guardo allí cajas de fotos, diarios personales, maletas, mucha ropa, libros, algún cuadro...", todo lo que dan de sí esos dos metros cuadrados bien aprovechados.

Lo que tenía que ser una solución momentánea lleva camino de prolongarse porque "es muy difícil para una persona sola pagar un alquiler en estos momentos". Pero no le preocupa porque esos 60 euros mensuales le suponen tener sus "tesoros" a buen recaudo. Los trasteros suelen incluir seguros y muchas cámaras de seguridad para que no se produzcan incidencias. Lo único que no se permite es material perecedero o explosivos.

Muy distinto es el caso de Nuria Villellas, cuyo dos trasteros en el nuevo centro de OhMyBox!OhMyBox! son casi como su negocio. Esta profesional que promociona literatura infantil y juvenil en las escuelas atesora miles de libros en un box de unos dos metros cuadrados y en otro de unos cinco, por los que abona unos 250 euros mensuales. "No puedo pagarme un local y sin este almacén no podría trabajar", relata, mientras se lleva unos ejemplares. Custodiarlos en su piso de 60 metros cuadrados sería impensable, y aquí entra a diario a sacar y llevar género como quien acude a su puesto de trabajo, tras teclear su código de seguridad. Destaca que, más allá de la ubicación, allí encuentra "buen servicio y trato personalizado".

Reliquias familiares

En un pasillo próximo, Meritxell Romaní guarda reliquias de casi 90 años, tantos como tenía su padre. El año pasado, esta mujer perdió en el plazo de 15 días a sus dos progenitores y se vio en la tesitura de desmantelar el piso familiar, donde "ellos guardaban de todo, hasta cromos de cuando era un niño". No se vio con estómago para tirarlo ni tenía lugar para preservar semejante arsenal biográfico, así que optó por un trastero. Primero, cerca de las Glòries. Hace unos días se ha mudado al de Marina porque "es supercómodo entrar con el coche en el edificio y todo son facilidades", insiste.

Por en medio ha vivido una mudanza y más dudas sobre algunos trastos casi vitales, como juguetes de su hija ya adolescente, que ahora retan al futuro en un trastero más pequeño, por el que abona 42 euros al mes. Poco a poco ha repartido ropa y otros útiles, pero entre bolsas y cajas aún reposan el "ajuar" -bromea con ternura- de la última etapa de su madre (del taca taca a la silla de ruedas), discos del catapún, libros en un carro de la compra, "trajes buenos" del patriarca, cuadros... "Me cuesta mucho tirar, he de saber qué hacer con ello". Aquí ha comprado tiempo.