EL PAPEL DEL SEXO FEMENINO EN LA GUARDIA URBANA

El largo camino de la falda de tubo a la igualdad

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Susana García se hizo policía pero podría haber sido casi cualquier cosa. Se hizo policía porque lo eran su padre y su tío, aunque no dijo nada en casa hasta que pasó todas las pruebas. "No quería agobiar a mi madre". Y podría haber sido cualquier cosa porque es un ser humano de esos que impone, pertinaz, testarudo; orgulloso. Formó parte de la primera promoción de féminas de la Guardia Urbana, en 1979. Eran 20 y quedan tres en el cuerpo. Al principio eran más "floreros" que agentes. Hoy están integradas y son el 11% de la plantilla, pero queda trabajo por hacer en pro de la igualdad. 

"Un bolso bandolera servirá de arma a las nuevas guardias", podía leerse en EL PERIÓDICO del 28 de junio de 1979, un mes antes de su debut. Eso es lo que les dieron. Ni bloc de multas ni porra. Los tests realizados en la escuela de policía demostraron entonces que las mujeres "se lesionan mucho menos" en los ejercicios físicos, que sacan "mejores notas" y que son más útiles que los hombres "en la prevención de la delincuencia". García no pierde demasiado tiempo en pensar en qué es más o menos eficaz que sus compañeros. "Quizás -aporta- en el trato a las víctimas tenemos algo más de sensibilidad y empatía". El poli no llora, es un tipo duro; pero la mujer poli, por lo visto, sí. Hay tópicos que nunca cambian.

MILAGRO

Entró en la Guardia Urbana a los 21 años. La vistieron con una falda de tubo muy mona pero menos práctica que una porra de espuma. Las calzaron con unos taconcitos y las pusieron a vigilar cinco escuelas de la ciudad. "No tenían muy claro qué hacer con nosotras. Por la calle la gente nos decía que todavía no era carnaval". Entonces se obró el milagro. "Me puse en medio de la calle a organizar el tráfico, ¡y me hacían caso!", bromea. No fue hasta los 80 cuando consiguieron que les dieran un arma. Primero un revólver, luego una pistola. De aquellos primeros compases en el cuerpo, se acuerda del día en que un ciudadano al que quiso identificar le soltó aquella frase de "no sabe usted con quién está hablando". Ella le respondió con reflejos: "Deme el carnet y veré con quién estoy hablando". García es mucha García. 

Solo en una ocasión, un compañero se ha atrevido a negarse en público a patrullar con Susana. Delante de todos, sería a mediados de los 80, dijo que no quería asumir la responsabilidad de protegerla. "Yo no necesitaba ni necesito que nadie me proteja, si no, no estaría aquí", sostiene ella, que valora de aquel día que alguien se atreviera "a decir en público lo que muchos pensaban". Manuel Haro, subinspector jefe de la unidad de accidentes, de la que forma parte García, amenazó con abrir un expediente a cualquiera que se negara a trabajar al lado de una mujer. Admite que algunos agentes interpretaron la entrada del sexo femenino en la Urbana "como una invasión", por eso cree que ellas, entonces pero todavía hoy, "tienen que demostrar un plus, como el hijo del artista que tiene que despegarse de la alargada sombra de su padre". García asiente. "Es así, quizás no te das cuenta, pero sí parece que tienes que demostrar algo más que los hombres".

CAMINO DE LA PARIDAD

La unidad de accidentes es la que más mujeres tiene en plantilla (el 37,5% del total). Haro se moja al reclamar que se llegue a la paridad. Cómo conseguirlo no es poca cosa. Primero, los mandos altos exigen un compromiso que no casa "con el papel que todavía juega hoy la mujer en el ámbito familiar". Segundo, los detalles. Como el hecho de que ellas, la mayoría, entran en el cuerpo sin carnet de moto, lo que limita mucho su desarrollo. La propia García descartó aspirar a un cargo superior por su condición de madre. Además, durante el segundo embarazo, pasó por un incómodo trance. Un mando superior, una mujer, la tuvo patrullando hasta el día de dar a luz. "Aquello está olvidado, pero cuando lo pienso...".

Barcelona ha celebrado esta semana un congreso internacional de mujeres policía. García desfiló el fin de semana pasado junto a 400 compañeras de todo el mundo. El lema del encuentro, 'igualdad y seguridad'. Hoy, el único detalle indumentario que diferencia a un urbano de una urbana está en la camisa: los botones están al otro lado. En lo que no se ve es donde todavía hay margen.