El terror de las prostitutas de Montjuïc

Esta retroescavadora dio con el cadáver en este lugar de Montjuïc.

Esta retroescavadora dio con el cadáver en este lugar de Montjuïc.

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

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Lo que uno opine pero no pueda demostrar con pruebas ante un juez, sirve de bien poco en el ámbito legal. Pero si se le pregunta a los responsables de la Unidad Central de Personas Desaparecidas de los Mossos d'Esquadra sobre David Bosch, de 44 años, apodado El Calvo, los investigadores no dudan de que en el verano del 2012 asesinó a Ana Girona, auque la Audiencia de Barcelona le absolvió en enero pasado por falta de pruebas. Creen además que solo tres meses después, este valenciano estranguló hasta que dio por muerta a Fernanda Mendo. Y ahora está preso bajo la acusación de haber asesinado en julio del año pasado a Segunda María Desviat.

Pero eso no es todo. Hasta que fue detenido la semana pasada acusado de este último crimen, Bosch fue denunciado por haber agredido a otras tres mujeres. «Es un maltratador de manual. Frío y sin escrúpulos», afirma un investigador policial.

Todas sus víctimas son prostitutas que trabajan o trabajaban en la recta, el tramo de la avenida de la Mare de Déu del Port de la Zona Franca que transcurre por la falda del cementerio de Montjuïc. Y tanto él como sus víctimas son politoxicómanos de vidas muy difíciles. David Bosch se había convertido en el terror de las prostitutas de Montjüic.Los investigadores que indaban en su caso no descartan que haya podido matar más veces.

«Yo no se nada. No sé de qué me están hablando. Se equivocan de persona». La semana pasada, David Bosch declaró lo mismo que ya dijo a los Mossos tiempo atrás, cuando fue acusado del asesinato de Ana Girona, cometido en verano del 2012.

Nadie había denunciado la desaparición de la mujer. Pero en octubre del mismo año, otra mujer, Fernanda Mendo logró descender con un hilo de vida la montaña de Montjuïc y contó que había sido estrangulada por El Calvo. Ambos convivían, a ratos, en una tienda de campaña junto al cementerio. Discutieron y él, según ella, la estranguló con sus manos hasta que se desmayó inconsciente. «Debió de pensar que me había matado, porque al despertar ya no estaba», contó. La mujer recordaba las últimas palabras de su agresor: «Después te enterraré como a la otra puta que tengo escondida aquí al lado».

AL PIE DE LA HIGUERA

Los Mossos acudieron a la montaña, a los alrededores de la tienda de campaña. Al pie de una higuera, bajo unas ramas, apareció el cadáver de Ana Girona. En ese momento Bosch ya estaba en prisión por otra causa. Se le imputó el asesinato de Ana. En enero pasado la Audiencia decretó su libertad por falta de pruebas. Durante la instrucción judicial, Bosch señaló a Fernanda Mendo como la autora del crimen. Fue la palabra de uno contra la otra.

El hombre regresó a la Zona Franca. Durmiendo en cajeros automáticos y subsistiendo con la ayuda de una pensión por enfermedad. Hacía tiempo que conocía a Segunda María Desviat. Le llamaban La Niñata. Con una disminución psíquica del 51% y tutelada por la fundación La Tutela, la joven empezó a merodear el cementerio cuando Can Tunis todavía era el supermercado de la droga de Barcelona. Dormía en la calle y de vez en cuando visitaba a su madre en Terrassa, especialmente el día que esta cobraba la paga.

En la recta las mujeres cuidaban de La Niñata. «No podía trabajar. La subían al coche por pena. Anda que no le había quitado veces el hambre. Un día le traje un pollo al ast». Habla la única mujer que ayer, con un calor que no respetaba ni a los muertos, se atrevía a estar en pie esperando clientes en los alrededores del cementerio. «Pobrecita. Era alta y delgada. Con el pelo corto y rizado. Vestía como un chico. Tejanos, camiseta y zapatillas. Muy buena.»

Andaba con El Calvo porque este le invitaba a fumar crack a cambio de sexo. Lo cuentan sus compañeras de calle. La joven dormía en unas casas abandonadas de la calle de Ulldecona, a menos de 50 metros de la comisaría. Un día se la tragó la tierra. Y la gente empezó a preguntarse dónde estaría. La responsable del autobús de venopunción de la Asociación ABD alertó a la Guardia Urbana. Y uno de sus agentes, el encargado de hablar con estas mujeres, redactó un primer informe alertando de la desaparición de la mujer en el que ya se señalaba a El Calvo. El caso pasó entonces a los Mossos.

En Terrassa, los policías entrevistaron a la madre de María. Hacía siete meses que no sabía nada de su hija. La mujer formalizó la denuncia por desaparición. «Andaba con El Calvo», confirmaron las primeras testigos. Vaya, relacionaron los agenets, los mismos que dos años atrás habían imputado a ese hombre por el crimen de otra prostituta y la agresión a una tercera. El detenido lo negó todo.

«Sabíamos dónde dormía la mujer. Cuando iniciamos la investigación, ese solar había sido derruido. Precisamente los operarios removían esos días el terreno», explica el sargento Pere Sánchez, de la Unidad de Desaparecidos. La mujer debía de estar enterrada en Montjuïc o bajo los escombros de los pisos. Decidieron empezar a buscarla en la montaña pensando que el asesino sería incapaz de esconder un cadáver ante una comisaría. Los perros policía no llevaban ni un día buscando el cadáver en Montjuïc cuando Joaquín, el chatarrero que vigila las obras, dio con el cráneo de Segunda María.