ACCIÓN CIUDADANA EN UNA PLAZA DE CIUTAT VELLA

Un ratito bonito al sol

Vecinos del Gòtic llenan de niños y juegos Sant Miquel para reivindicar la plaza pública

'Fem plaça' 8 Acción reivindicativa del espacio público para los ciudadanos, ayer por la tarde en el Gòtic.

'Fem plaça' 8 Acción reivindicativa del espacio público para los ciudadanos, ayer por la tarde en el Gòtic.

Helena López

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La operación matemática no por sencilla deja de ser asombrosa. Por un lado, cuatro bancos por  cuatro personas por banco: 16. Otro para seis personas, seis más y cinco sillas individuales. Un total de 27 plazas para el público. Por otro lado, 33 mesas por cuatro sillas por mesa, 132 asientos; más nueve sillas plegables. Un total de 141 asientos para el público que consume. Resultado: 27 asientos para los ciudadanos a secas, frente 141 para los ciudadanos clientes. El ejercicio cuelga de la mastodóntica escultura homenaje a los castells, junto a decenas de dibujos de los niños que ayer por la tarde participaron de la acción Fem plaça!, organizada ayer por la tarde en la plaza de Sant Miquel, puerta trasera del Ayuntamiento de Barcelona, por la Xarxa Veïnal de Ciutat Vella.

Las pretensiones del manifiesto que repartían los organizadores, vecinos, a los paseantes, algunos, pocos, también vecinos, era tan sencillas como casi utópicas en el lugar: «Qué bonito sería sentarse un ratito al sol, o a la sombra de un árbol en verano, a leer el diario o a charlar, placeres para los que hace falta bien poca cosa: un trozo de calle o plaza, ¡un banco!». La acción que llenó por una tarde de niños, meriendas, y juegos la plaza de Sant Miquel pretendía solo eso: visualizar que el espacio público en Ciutat Vella está «tomado por el negocio turístico». «Con Fem plaça! buscamos recuperar el espacio público para los ciudadanos.  Llenar la plaza de algo que debería ser tan natural como tertulias y pelotas», explica Daniel, uno de los impulsores de la iniciativa, que pretenden ir repitiendo en otras plazas de Ciutat Vella, distrito que concentra un mayor número de terrazas.

Bajo la polémica estatuta -enorme hierro retorcido que absolutamente nadie relacionaría (sin ayuda) con los castells-, los niños dibujaban sobre el duro suelo, asfalto, con tizas de colores, las mismas que sus mayores usaban para reseguir el perímetro de la plaza dejando constancia de la evidencia: que el espacio reservado para el uso ciudadano es tenazmente minoritario. «El problema no son solo las terrazas. También están los coches», destacaba María, otra madre del barrio, mientras echaba un ojo a su hijo, que se entretenía con los colores bajo la estatua al lado se sus vecinos, algo mayores, que saltaban a la comba a pocos metros, en una bella e inusual imagen.