a pie de calle

A 17º y como mantequilla

Un patinador, sobre el hielo afectado por el sol y la alta temperatura.

Un patinador, sobre el hielo afectado por el sol y la alta temperatura.

EDWIN WINKELS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Son las tres de la tarde cuando el termómetro en el observatorio oficial del Meteocat en el Raval alcanza los 17,7 grados. Y ya van días así, de altas presiones, un espléndido sol de otoño y las terrazas llenas de gente. No hay que ser científico para saber que con 17 grados, y al sol, el hielo se funde. O mejor, que es imposible que se forme hielo. Bueno, imposible no. En la plaza de Catalunya se ha obrado un pequeño milagro, una gran pista de hielo de 30 por 40 metros, aunque no quiero saber cuánta energía y emisiones de no sé qué cuesta combatir el sorprendente calor de diciembre para que se hiele ese enorme suelo de agua. En Nueva York, ejemplo de postal navideña que se pretendía emular, hay estos días unos cinco grados, y la sensación térmica es aún menor, con el viento frío y las sombras alargadas entre los rascacielos. Y por la noche bajan ya de cero, idóneo para mantener las pistas de hielo de Rockefeller Center y del Central Park. Aquí, de noche, ni bajamos de los 11 grados.

O sea, no nos vayamos ahora a quejar de la calidad del hielo, casi al aire libre, en el lugar donde hace apenas unos meses acampaban los indignados y donde parece que con las cuchillas de nuestro patines cortamos un suelo de mantequilla. No es, desde luego, un espejo, de esas pistas increíblemente deslizantes que se necesitarán si Barcelona organice los Juegos Olímpicos de Invierno del 2022. Hablando de eso, ni idea de dónde y cómo querrán construir una pista para el patinaje de velocidad, deporte minoritario, que necesita un óvalo de 400 metros, igual que una pista de atletismo, y donde los más rápidos hacen una vuelta a 52 kilómetros por hora.

Guantes obligatorios

3 La pista de la plaza de Catalunya no es para ir rápido. Es para novatos, para pasárselo bien, sobre todo. Para nostálgicos y para curiosos. Para niños y sus padres o jóvenes parejas. Es mejor ir un día laborable, sobre la hora de comer, para no encontrarse con colas ni aglomeraciones. Entonces, todo va bastante rápido. Me acerco a la caja, donde me preguntan si llevo guantes. Pues no, con 17 grados, no se me había ocurrido. Pero como son obligatorios, supongo que para evitar pequeñas heridas al caer o rozar con la cuchilla del patín, te los dan, por solo un euro. Patinar media hora, la opción mayoritaria, cuesta seis más, esos patines azules incluidos. En el tíquet me ponen el número de la casilla donde guardan mis zapatos.

Me coloco en la cola donde esperamos la hora en punto para entrar en pista. Esto va por turnos de media hora. En un cartel pone el aforo, detallado: terraza 106, pista 195, circulando 113, total 414 personas, menos que las palomas que suele haber aquí. A los menores de 12 años les colocan un casco, pero son pocos los que se pegan una buena piña.

El momento de entrar en la pista es el mejor, porque un buen porcentaje de patinadores evidencia que jamás había pisado hielo. Nada más abandonar tierra firme, decenas de personas se abalanzan sobre la barandilla para no caerse.Antonio, de Badalona, ha venido con su hijo

Joel, y el pobre hombre acaba agotado tras media hora evitando continuamente que se vaya al suelo con su metro ochenta. De patinar, eso de deslizarse, no ha patinado mucho.Izar, joven y rápido, va bastante mejor. «Soy patinador, sobre ruedas, pero nunca lo había hecho sobre hielo. Es bastante parecido», dice.

No a todo el mundo le parece tan fácil, pero la gente se divierte. Las risas son continuas, dentro y fuera de las pistas. Muchos familiares graban vídeos de las acrobacias involuntarias de los suyos. Media hora es suficiente para muchos, acaban cansados. A los que somos del norte, la pista -pese a ser de un considerable tamaño- se nos hace corta, recordando las rutas de 100 kilómetros que hacíamos en Holanda sobre ríos y lagos helados, a veces a 15 grados bajo cero. Unos 30 grados menos que en la plaza de Catalunya.