HISTORIA DE UN INVIDENTE
Una mirada reveladora
De la temible riada que sufrió Cornellà el 20 de septiembre de 1971 poco hay que no cuente de forma excelente la exposiciónLa memòria del fang, abierta al público hasta el próximo 20 de octubre precisamente en esa ciudad del Baix Llobregat. Es, sin embargo, una exposición que hubiera resultado imposible sin la colaboración ciudadana, pues aquella catástrofe casi logró ser silenciada por las autoridades franquistas de la época, de modo que las únicas imágenes que quedan del lodazal en que quedó convertido Cornellà son las que tomaron las propias víctimas. Bien, las víctimas que no perdieron la cámara en la inundación y las que no llevaron el carrete a revelar para que, días después, el laboratorio informara sospechosamente de que durante el proceso químico se había estropeado el material. No fue el caso de Jordi Fort, fotógrafo tan aficionado como apasionado, cuyas instantáneas son la columna vertebral deLa memòria del fang.
Fort recibe en su casa, en un pequeño despacho situado junto a la puerta principal, que antes de perder la vista utilizaba como laboratorio de revelado. «Mi padre se fabricó él mismo una cámara con una caja de madera». De ahí le viene la afición. La pasión se la transmitió su hermano mayor, que le enseñó los secretos del revelado.«Aquello me parecía una fantasía».
El 20 de septiembre de 1971, el nivel del río dejó de subir justo en el umbral de su vivienda. En las casas situadas calle abajo, la pavimento estaba a más de dos metros de profundidad. La cuestión es que el día 21 de septiembre amaneció con un sol de foto, a eso se dedicó Fort. Más o menos tal y como hizo el 26 de diciembre de 1962, el año de la gran nevada, cuando los catalanes se fueron a dormir el día de Navidad con una hermosa cortina de blancos copos frente a sus ventanas y se despertaron el día de Sant Esteve bloquedados por la nieve. La memoria fotográfica de Cornellà es, así, el archivo de Fort, víctima de un fatal desprendimiento de retina que hace 31 años le dejó ciego de un ojo, hasta que el otro le falló definitivamente en el 2008. Tomó su última foto en Berlín, en compañía de Magdalena, su mujer.
No fue una penalidad inesperada. Una enorme miopía le acompañó desde que era prácticamente un bebé, aunque nadie se dio cuenta de ello hasta que con ocho años fue a la escuela.
Conocidos esos antecedentes, la visita a la exposiciónLa memòria del fang tiene un sabor distinto. Fort no las ve, pero describe con todo detalle las fotos. Terminan así por ser inolvidables. Reveladoras.
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