La utilización y el diseño

Bofill dice que ha creado una ciudad con calles y plazas

Ricardo Bofill.

Ricardo Bofill.

R. C.
EL PRAT DE LLOBREGAT

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La nueva terminal de El Prat «es una pequeña ciudad de formas variables con calles, plazas y diques que convergen a una escala sencilla», proclamó ayer su padre intelectual, el arquitecto Ricardo Bofill, ante los 700 invitados a la inauguración. Su manifiesto conceptual sobre el edificio cuya construcción ha dirigido en los últimos seis años fue aún más claro: «Lo funcional y lo estético se mezclan. Lo barroco y lo superfluo aquí no tienen lugar. Es una obra minimalista».

Esta definición de la T-1 marca la gran diferencia con otros de sus proyectos, como la propia terminal olímpica, ahora T-2A, o el igualmente recargado edificio del Teatre Nacional de Catalunya. Bofill añadió que esta concepción es nueva, «no existía hasta ahora, es una aportación a la historia de la arquitectura».

El autor afirmó que el edificio es muy complejo porque realiza un sinfín de funciones y que es fruto de un trabajo de investigación, desarrollo e inversión (I+D+i) con un componente tecnológico decisivo. «Podría ser una buena muestra de la línea de trabajo que está buscando nuestra sociedad para salir de la crisis», continuó dirigiéndose a los presidentes Zapatero y Montilla que le escuchaban a pocos metros.

Acto seguido pidió dos deseos. El primero que se haga un buen mantenimiento para conservar «la calidad y la excelencia» de una construcción que sufrirá un gran desgaste y que no dudó en calificar de «monumento». Y el segundo, que se intente mantener en acción al núcleo creativo que se ha formado en los últimos años alrededor del proyecto: «Será una lástima si se deshace el equipo».

Bofill no olvidó otro de los logros de la T-1: «Un sistema armónico de materiales y colores en un entorno de bosque y mar».