MADRID - BARÇA (0-1)
La crónica del Madrid-Barça copero: La defensa le da un tesoro a Xavi
Marcos López
Periodista
No tuvo el balón. Ni tampoco lo quería. ¿Para qué? Consciente de sus limitaciones, el Barça ofreció un encomiable ejercicio defensivo para silenciar el Bernabéu y transformar al Madrid de la Champions en un equipo vulgar e irreconocible, incapaz como fue, además, de chutar a puerta. El héroe fue Araujo. Y lo fue porque demostró que se puede anular a Vinicius sin provocar ni usar malas artes. Lo suyo fue una lección que permanecerá en la historia de los clásicos. Empezó dándole la mano al brasileño en un gesto de extrema deportividad y luego acabó imponiéndose por todas las vías: tierra, aire y porque no hay mar en Madrid. Ni una patada le dio. Otro 0-1 de incalculable valor para el Barcelona.
Fue un partido inexplicable. Al menos, en la primera parte. Inexplicable porque el Barça salió atenazado. Le quemaba la pelota tanto que no pasaba del medio campo blanco. Se llevaban 20 minutos y el equipo de Xavi, con una defensa nueva con respecto a la que perdió en Almería (Araujo-Koundé-Marcos Alonso-Balde suplieron a Sergi Roberto-Eric-Christensen-Alba), ofreció un ejercicio de solidez y, sobre todo, compromiso.
Control sin remate del Madrid
El Madrid tenía el control del partido. Pero en un control insulso, sin amenaza alguna. Tenía el balón, empujaba al Barça hacia el hogar de Ter Stegen, bien pertrechado por Koundé, tal vez su mejor partido como central, y con Araujo, destinado a ser el policía de Vinicius. Un policía que cumple escrupulosamente la ley.
Andaba la noche entre la bronca del madridismo, soltando billetes de 500 euros con el rostro serigrafiado de Laporta al césped del Bernabéu, y un juego extraño. Casi imposible de descodificar porque el Barça, desprovisto del ingenio de Pedri, el gol de Lewandowski y el regate de Dembélé, no tenía veneno.
Se movía Ferran, a veces de falso nueve, en ocasiones tirado a la banda izquierda, con un sacrificado Raphinha, más lateral derecho que extremo, ayudando a Araujo en la compleja tarea de poner el peaje en el carril izquierdo de la autopista blanca. Un peaje para el que Vinicius no tenía acceso porque pareció olvidar hasta la tarjeta de crédito.
Kessié y dos rebotes
Ni rastro de ese Madrid que asombra en Europa. Más parecido, sin duda alguna, al Madrid que empató en el derbi con el Atlético. No podía con el Barça de los suplentes. Por mucho balón que tuviera era incapaz de enfocar bien. Cinco remates del equipo blanco en los primeros 45 minutos y ninguno entre los tres palos, astuto como estuvo, además, Ter Stegen, con sus puños, despejando dos centros que llevaban cierto peligro. Así terminó la noche.
Transitaba misterioso el partido, sin aire de clásico, al menos en el juego, ensuciado por pérdidas absurdas, síntoma de que el partido era una castaña. Era un ejercicio de supervivencia, adaptado camaleónicamente a lo que demandaba el primer asalto de una Copa donde iba con un once de circunstancias, desprovisto de hasta cuatro pilares. Incluido Christensen, a quien unas molestias en el tobillo le hicieron sentarse en el banquillo del Bernabéu.
La torpeza de Camavinga
No había explicación a lo que sucedía en el clásico hasta que Camavinga, bien presionado por el Barça (si no hay juego ni creatividad no hay mejor tesoro que un robo), cometió un error grosero. Absolutamente grosero que pilló a todo el Madrid desordenado. Agarró la pelota Ferran y, de pronto, Kessié midió bien la distancia con Militao para no caer en fuera de juego. Entonces, su disparo, efectuado en el área pequeña, fue bien salvado por Courtois, entrando luego una serie de carámbolas que silenciaron al madridismo. La parada del meta belga, que sacó su inacabable pie izquierdo, fue el prólogo del gol azulgrana. La pelota emprendió un maravilloso viaje para el Barça. Tan maravilloso como inesperado. Militao despejó hacia su propia portería y Nacho, que tocó ese balón que besó la red blanca.
La fiereza de Araujo
Y el Bernabéu quedó callado, mientras los azulgranas festejaban con suspense – se necesitó la intervención del VAR – para festejar ese gol cuya propiedad ideológica es de Kessié, quien aprovechó la torpeza previa de Camavinga.
Lo inexplicable se transformó en un tesoro para el Barça, que construyó su obra sobre un gigante que no estuvo solo. El gigante era Araujo, capaz de eclipsar a Vinicius con un marcaje legendario. Aunque para él sea algo rutinario. No estaba solo el uruguayo porque Koundé, que sí fue el central que era en el Sevilla, le ayudó, al igual que Marcos Alonso, sin olvidar la personalidad que irradió Balde. Y así, sin el balón, pero con una fiereza defensiva soberbia construyó el Barça un triunfo que le reconcilia consigo mismo, además de proporcionarle paz. El madridismo ya se había ido del Bernabéu, desnortado y destrozado.
La ficha del Madrid - Barça (0-1)
Real Madrid: Courtois (5), Carvajal (4), Militao (4), Rüdiger (4), Nacho (5), Modric (4), Camavinga (4), Kroos (4), Valverde (4 ), Benzema (4 ) y Vinicius (4).
Entrenador: C. Ancelotti (3)
Cambios: Rodrygo (5) por Nacho (m. 67); Tchouameni (4) por Kroos (m. 74); Álvaro Rodríguez (s.c.) por Modric (m. 83);
Barça: Ter Stegen (7), Araujo (9), Koundé (8), Marcos Alonso (8), Balde (7), Kessié (8), Busquets (6), De Jong (8), Raphinha (6), Ferran Torres (6) y Gavi (5).
Entrenador: Xavi (8)
Cambios: Ansu Fati (6) por Raphinha (m. 69); Sergi Roberto (s.c.) por Kessié (m. 85)
Gol: 0-1, Militao, propia puerta (m. 26)
Árbitro: Munuera Montero (5), andaluz.
Tarjetas amarillas: Vinicius (m. 24); Raphinha (m. 45), Gavi (m. 50); Nacho (m. 55); Kessié (m. 66); Valverde (m. 73); Xavi (m. 90 + 2);
Estadio: Santiago Bernabéu
Espectadores: 63.000
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