EL PROTAGONISTA DEL TRIUNFO
Leo paga los billetes
Fue hace 10 años. ¡Dios mío! ¡cómo pasa el tiempo! Andoni Zubizarreta fichó al chileno Alexis Sánchez, un goleador pequeñito, pillo, ratero, contundente, hábil, veloz, que, mes a mes, año a año, traspaso a traspaso, club a club, iría despreciando su vida deportiva pero, eso sí, forrándose a millones pues llegó a ser el jugador mejor pagado de la Premier, ya que el MUnited le pagaba 450.000 euros a la semana.
Bueno, pues eso, que Alexis llegó el primer día de entrenamiento al campo A de la Joan Gamper y, como solía ser habitual en Zubi, acompañó a toda la plantilla en su primer día de trabajo. Al llegar a la puerta, a la verja, del campo de entrenamiento, Alexis se giró y le dijo al director de fútbol del Barça: «Muchas gracias, señor Zubizarreta, por traerme al Barça, porque aquí voy a poder ganar el Balón de Oro».
El gran Andoni le hizo una mueca simpática y desde sus dos metros le señaló, muy discretamente, para que no les viese nadie, a Leo Messi, que ya estaba correteando por el césped: «Me temo, Alexis, que mientras esté ese señor aquí, no sé si vas a poder ganar un Balón de Oro».
Pasaron unos días de pretemporada y, en la segunda semana de ensayos, Messi, cómo no, como hacía cada día, según cuentan siempre sus compañeros («Leo es mejor en los entrenamientos que en los partidos», es una leyenda que cuentan todos, todos, sus compañeros), protagonizó un gol idéntico al que le marcó, anoche, al Nápoles. Aquel día (y anoche), Leo dribló a tres compañeros de plantilla (al último lo dejó tumbado en el césped) y, desde el suelo, la metió en la escuadra.
Historia repetida
Cuando los jugadores regresaron al vestuario de la Joan Gamper, Alexis se tropezó, en un pasillo, con Zubizarreta (hay quien dice que el pícaro alumno avanzado de Iribar estaba allí expresamente) y el chileno le guiñó un ojo, casi le pellizca el antebrazo y le dijo: «Tenía usted razón, señor Zubizarreta, mientras viva ese fenómeno, no ganaré nunca un Balón de Oro».
Casi 10 años después, Messi sigue siendo ‘D10S’ y Alexis ya es (casi) un exfutbolista. Casi 10 años después, Messi repite esos goles como quiere, cuándo quiere, frente a quien quiere y, sobre todo, cuando los necesita. Anoche, antes de que el VAR o quien fuese le birlasen un golazo tremendo, mucho antes de que él le birlase un balón a Kalidou Koulibaly, como se los robaba a sus compañeros de cole en su primer equipo ‘La Máquina 87’, para que su amigo Suárez marcase su golito, Messi entró en el área, aguantó y dribló a Insigne, mareó a Mario Rui y tumbó en el césped a Koulibaly para, desde el suelo, rematar con su zurda al palo derecho de David Ospina.
A tres partidos
En los primeros 45 minutos, Messi, todo deseo, todo ganas, todo intensidad, todo furia (a su manera, ya me entienden), líder, poderoso, capitán, pagó todos los billetes para que sus compañeros le acompañaran a Lisboa y anunció que este Barça, que jugó con el mismo sentido y estrategia que jugaba Valverde (y lo despidieron), que me recordó a aquel Madrid que no jugaba a nada y ganaba la Champions, un Barça que regaló ¡con Quique Setién en el banquillo! la posesión, está a tres partidos de ganar la Champions.
Y es tan bueno (o manda tanto), que Setién ni se atrevió (a una amarilla de no jugar ante el Bayern, el próximo viernes) a cambiarlo, a que se fuese a dormir en ese colchón anticoronavirus que, dicen, tiene en casa.
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