REPROCHES A COUTINHO

Triste tarde de pitos para el Barça tras la debacle de Anfield

El público no dejó de silbar al brasileño cada vez que tocaba el balón y también tuvo reproches a Busquets en la victoria sobre el Getafe (2-0)

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coutinho / periodico

Marcos López

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No estaba lleno. Ni mucho menos. Pero el Camp Nou, que había festejado no hacía ni dos semanas el título de Liga, no olvida ni perdona la terrible caída europea en Anfield. Se convirtió en una gigantesca sala de juicios donde cualquier gesto permitía extraer conclusiones casi definitivas. Un estadio capaz de devorar incluso a uno de sus hijos, como reveló con sus pitos a Sergio Busquets cuando tuvo la quinta pérdida de balón en la primera mitad.

Antes, el tribunal ya había dictado una sentencia que no admite apelación alguna cuando se recitó el nombre de Coutinho por la megafonía del Camp Nou. Y eso que el sonido estaba mucho más fuerte que de costumbre. Ni así se libró el brasileño de recibir el veredicto de culpable. El Barça ganó al Getafe con goles de Arturo Vidal y autogol con la colaboración de Messi. Ni lo celebro. ¡Para qué! No tenía sentido alguno festejarlo.

Juicio permanente

Tras marcar, y después de una acción a balón parado (falta sacada por Messi, peinada por Piqué), Arturo Vidal aplaudió al público. Y el público le aplaudió a él demostrando que el no está en el centro de la crítica, como sí le pasa a Coutinho. Es culpable de no haberse integrado al juego del Barça. Culpable, aunque no sea el responsable, de ser el fichaje más caro de la historia del club (160 millones pagó hace año y medio al Liverpool). Culpable, eso sí, de no aparecer en Anfield y, por supuesto, de desafiar a la afición (él decía que se refería a un sector de la crítica) tocándose los oídos tras marcar un gol.

El tribunal del Camp Nou dictaminó que Coutinho era uno de los grandes culpables de la crisis del equipo

La tarde fue, en realidad, un inacabable juicio público. Ya desde la megafonía y luego cuando el Getafe, en un acto protocolario, le hizo el pasillo al Barça campeón de Liga. Entonces, la afición inició su tanda de pitidos. En ese momento no había un destinatario concreto. Tardó poco en conocerse.

Nada más rodar el balón, se supo que era para Coutinho porque cuando la pelota llegó a sus pies quedó muy clara. Duró más de 20 minutos. Después escuchó algunos aplausos, mientras Busi descubría un escenario inesperado en su propia casa. Sí, sí ocurrió. No, no lo soñó el segundo capitán azulgrana. Había perdido cuatro balones, alguno de ellos peligrosos, y el Camp Nou focalizó su enfado en el centrocampista que descubrió Guardiola hace más de una década.

Medio estadio solo

Pero Busquets seguía a lo suyo, pidiendo la pelota cuando más quemaba. Aunque el primer mensaje que dio la afición azulgrana, que se tambalea (esa fue la expresión de Valverde), por el incomprensible 4-0 del Liverpool fue no acudir al estadio. Vivió el Camp Nou, que recibió a 57.088 espectadores, la tercera peor entrada en la Liga de la temporada tras Alavés y Leganés.

Para empezar el nuevo proyecto, no se sabe si con el Txingurri o no (él dice que tiene fuerzas y el apoyo del presidente), queda el desengaño de la afición, que no está dispuesta a tolerar más desastres en la Champions. Roma y Liverpool no son heridas. Son noches tortuosamente dramáticas que exigen, o eso cree la afición, responsables únicos. Y el entrenador suele ser siempre el elegido, aunque no sea exactamente así.

Aplausos a Rakitic

No paraba el Camp Nou de emitir juicios siempre dejando bien claro que Messi, como es obvio, no se toca. Hay otros, como Rakitic, que aunque cometan errores (esa inoportuna foto en la Feria de Abril tras la noche negra de Anfield), siguen siendo valorado por el universo culé.

Cuando fue sustituido el croata, recibió aplausos, al igual que Aleñá, su sustituto. Pero nadie podía arrancarle a Messi esa infinita tristeza que desprendía su rostro, como si aún estuviera en Anfield. Como si su cuerpo se hubiese quedado en Liverpool, por mucho que dejara un par de acciones ‘messiánicas’ que no acabaron en gol. Ni ten a argumentos para esbozar una miníma sonrisa.

En cada gesto de Messi se adivinaba una tristeza infinita como si aún estuviera en Liverpool

No era Leo. Ni tampoco estaba Valverde. Ahí, justo delante del banquillo, petrificado. Mucho tiempo pasó con las manos en los bolsillos. A veces enfadado por alguna pérdida; en ocasiones, disgustado. Siempre fiel a su idea. El tercer y último cambio así lo delataba. Sacó a Malcom y puso a Semedo, adelantando a Sergi Roberto a la posición de interior derecho, por mucho que se le pidiera minutos para Riqui Puig. Ni con la Liga más que ganada quiso renunciar a sus ideales. Acabó  la tarde, llena de pitos y frustraciones.

Atento a todo, el Camp Nou recibió con una ovación el gol de Stuani en Montilivi. Un gol que no tiene premio alguno porque el Girona estaba camino de Segunda, mientras Messi no tenía ganas de quedarse más de lo estrictamente necesario en el cásped. Pitó el árbitro y se fue al vestuario, mientras sus compañeros se dirigían al poco público que aún quedaba. Luego, Vermaelen salió al estadio vacío para hacerse fotos con su familia. No será el único en irse. Ni la posibilidad del doblete alivia el terrible e incurable dolor de Anfield.