ENTREVISTA CON EL '9' MÍTICO

Quini, el hombre de los abrazos

"Ahora voy donde me llaman, donde me reclaman y no hago más que darme abrazos y, sobre todo, arrancar una sonrisa a la gente enferma", dijo en una entrevista reciente

Quini saluda a Josep Maria Bartomeu en una visita al Camp Nou.

Quini saluda a Josep Maria Bartomeu en una visita al Camp Nou. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Fui a ver a Pitu Abelardo, pero le pedí audiencia a Enrique Castro ‘Quini’, porque si uno iba a Gijón, tenía que peregrinar hasta el despachito del monstruo de los monstruos. Y lo vi. Era febrero del 2016. Tenía cola en los alrededores del vado de entrada de la Ciudad Deportiva de Mareo. Era muy temprano y salía de su caseta con varias camisetas dedicadas que repartía entre los veteranos que le esperaban. Venían de todos los rincones de Asturias en peregrinación. Quini decía que una cosa era ser Brujo y otra "muy distinta hacer magia como hace Messi".

Quini jugó entre 1980 y 1984 en el Camp Nou, donde ganó dos de sus cinco Pichichis de Primera División, pero dijo que ese Barça era "lo más bestia" que se había visto. En aquel momento, Quini reconocía que su vida había cambiado "radicalmente" desde que le habían alejado del ajetreo de ser delegado del equipo, "de cuidarme de casi todo", cosa que hacía encantado pero que le agotaba. "Ahora les ayudo en lo que puedo, pero voy a mi rollo, tengo mi propia agenda y mi vida es más reposada. Ahora voy donde me llaman, donde me reclaman y no hago más que darme abrazos y, sobre todo, arrancar una sonrisa a la gente enferma. ¡Usted no se puede imaginar lo que es fabricar sonrisas, arrancar felicidad en alguien que sufre!".

"Les doy fuerza"

Cualquiera que hablase con ese ser tan auténtico y cariñoso podía imaginárselo. Y le dije: "Para un paciente de cáncer, usted es la persona que más cerca ha estado de la salvación". Quini hacía años que había superado un cáncer de garganta. "Me ven como uno de ellos, porque lo soy, y me piden ayuda moral, anímica, y yo acudo encantado. Nunca creí que esas visitas, esas reuniones a las que asisto y me presto encantado cambiarían tanto mi vida y, sobre todo, la forma de afrontarla. Insuflar ilusión en la gente es algo maravilloso. Es increíble lo que puede suponer para la gente que vayas a verles, les mires a los ojos, les acaricies la mejilla y les digas que va a salir de esta. No digo que tenga más fuerza que su médico, pero les doy la fuerza que la medicina no les puede dar. Yo entro en un hospital y me sobra el mundo".

Quini tenía un punto de triste cuando hablaba del fútbol actual. "La gente solo quiere ver ganar a su equipo, no le importa cómo. Si ganas, vale todo. Nadie exige pasárselo bien en el campo, disfrutar o sufrir con tu equipo. Solo vale ganar. La victoria lo tapa todo. Ni siquiera hace falta merecerla. Antes la afición era mucho más exigente con nosotros. Antes, dabas un pase atrás y se caía el estadio. Sacaban hasta pañuelos. Te ponían a parir". Eso sí, de todo ese desencanto, Quini salvaba a Leo Messi. "Messi es un extraterrestre que cayó en Barcelona, y se ha quedado. Hay que darle de comer aparte. Ya no habrá, jamás, un futbolista como Leo. Ni uno. Está dos o tres peldaños por encima de todos. Está en la cumbre y casi ni se le nota. No solo juega, golea y hace filigranas, sino que hace jugar a los demás a lo grande”.

La emoción de Núñez

Y, cuando le comparabas con Luis Suárez, se le abría una enorme sonrisa. "Como decía ese torero, a Luis Suárez se le puede definir con dos palabras im-presionante. Su rendimiento es increíble. Es un pedazo de 9 tremendo, no solo por los goles que hace, por cómo los hace, sino por cómo trabaja para los demás. Conoce los trucos del 9 y nadie sabe estar en el área como él".

No hablamos, lo juro, de su secuestro en Barcelona. Sí hablamos de aquella emoción de Josep Lluis Núñez cuando volvió de su encierro. Y mucho. Pero más hablamos de lo que era y representaba Barcelona, también el Barça, sí, claro, en él, en su vida y en la de los suyos. "Barcelona es mi segunda casa. Fue una etapa maravillosa. Es verdad que viví aquel momento tremendo del secuestro, en 1981, pero también aquella desagradable experiencia me sirvió para demostrarme lo mucho que la gente me quería y el lugar tan fantástico en el que nos encontrábamos mi familia y yo. Fueron cuatro años exquisitos. Inolvidables. Es más, siempre hago coincidir mis revisiones médicas periódicas con algún partido del Barça para acercarme al Camp Nou y así veo a mis excompañeros".