LA SORPRESA DE LA LIGA

Marcelino, el milagro del Valencia

El Valencia pasa de luchar por eludir el descenso las dos últimas temporadas a pelear la Liga después de recuperar el rumbo en el banquillo y en los despachos

Marcelino García Toral, en rueda de prensa.

Marcelino García Toral, en rueda de prensa. / periodico

Nacho Herrero

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Para medir una escalada tan importante es comprobar hasta dónde se ha ascendido como tener en cuenta desde qué cota se sube. Por eso, aunque hasta hace no mucho para el Valencia no era extraño estar segundo en la Liga como está ahora y pelear por el título, el hecho de que en las dos pasadas temporadas haya luchado por eludir el descenso ha dado más valor a su gran momento. 

El Valencia recibirá este domingo al Barcelona con 30 puntos, solo cuatro menos que el conjunto catalán, también invicto y tras ocho victorias seguidas. Por poner un ejemplo, a estas alturas de la pasada campaña tenía 11 puntos y solo estaba a dos por encima del descenso. Su trayectoria le ha valido para hacerse un hueco entre los candidatos al título pero, sobre todo, ha devuelto la autoestima a un club que estaba arrasado. 

Con Mateu Alemany al frente como primer ejecutivo, el Valencia ha recuperado el rumbo perdido y, dirigido en el campo por el trabajador y ambicioso Marcelino García, vuelve a apuntar alto. Directivo y técnico han formado una sólida sociedad que ha conseguido cambiar la cara a la plantilla pese a la maltrecha situación económica del club.

Lim se enmienda a sí mismo

Tras muchos meses de ver cómo el club se arrastraba por el barro, Peter Lim, su dueño desde el 2014, presentó y aceptó una enmienda a la totalidad a su propio mandato. Los tres primeros años de su reinado estuvieron cerca de rematar a una entidad que llevaba años en decadencia deportiva, económica y social. Tras dejarse aconsejar por locales unos meses, Lim puso al frente a sus empleados, ajenos al mundo del fútbol, y a los que dirigía con mando a distancia desde miles de kilómetros.

Primero dejó que su amigo y agente Jorge Mendes fuera el director deportivo en la sombra y cuando el eficiente representante se apartó viendo el pantanoso terreno que pisaba, fue él mismo quien jugó a decidir. Había puesto casi 200 millones de euros, así que podía hacerlo. Llegaron decisiones como entregar un equipo en plena depresión a Gary Neville, amigo y socio de Lim e histórico exjugador del Manchester United, pero sin ninguna experiencia como primer entrenador. La de Pako Ayestarán, su sucesor, estaba lejos de ser una experiencia en la élite. El veterano Cesare Prandelli tampoco supo cómo manejarse en una situación complicada y si no llega a aparecer Voro, el delegado reconvertido a técnico, nadie sabe lo que habría pasado la pasada campaña.

Pero Lim rectificó y el pasado mes de marzo contrató a Alemany, que tras haber llevado al Mallorca a la mejor etapa de su historia se había apartado del fútbol. Llegó con galones y los usó desde el principio. Pasó del plan del director deportivo, José Ramón Alexanko, de contratar a Quique Setién, y apostó por Marcelino. Fichado el asturiano, idearon juntos un plan para construir un nuevo Valencia.

Un verano jugando al ajedrez

«El 31 de agosto tendremos una plantilla competitiva», afirmó el técnico en su presentación, consciente ya de que había mucho que hacer. Lo primero fue sanear el vestuario de jugadores que se consideraban peligrosos por su ascendente en la plantilla, al coste que fuera. Por eso salieron del club casi regalados los veteranos Diego Alves, Enzo Pérez, Abdennour, Nani y Negredo. Mientras, Marcelino empezó a reconstruir lo que parecían proyectos rotos como Dani Parejo, Rodrigo Moreno y Zaza, que ahora mismo atraviesan el mejor momento de sus carreras. También decidió dar espacio para que jóvenes como Carlos Soler, Lato y Nacho Vidal crecieran y reestablecieran lazos con los desalentados seguidores. Nada como dar bola a los canteranos para ganarse a los aficionados. Tras años de técnicos que llegaban a Paterna a formarse, jugadores y seguidores estaban deseando tener a alguien en quien creer y todos se pusieron en sus manos. De hecho, el propio Parejo confesó que su idea fue irse hasta que se entrenó por primera vez a las órdenes del asturiano. 

Mientras avanzaba el verano, empezaron a realizarse fichajes de perfil medio como el portero Neto y los centrales Murillo Paulista. En total, 30 millones de euros. Se dejó para el final lo más complicado, tres jugadores a los que el Valencia no podía aspirar y que debían llegar a préstamo. Así lo hicieron Kondogbia, del Inter de Milan, Andreas Pereira, del Manchester United, y Gonçalo Guedes, del PSG, tres proyectos de estrella que se habían atascado pero de indudable potencial y a los que pudieron acceder por unos seis millones.

Los planes salen bien

Todo le ha salido bien a la dupla Alemany-Marcelino, que ha logrado un equilibrio entre los veteranos a los que decidió recuperar, los jóvenes a los que quiso promocionar y los fichajes. Y por si fuera poco, el coste de la plantilla se redujo en casi 24 millones. Con el equipo disparado en la Liga, aprovechando también la desgracia de no jugar competición europea, ha vuelto la paz social. Se acabaron las sonoras protestas contra Lim en Mestalla y los movimientos para animarle a que vendiera la entidad.

La balsa de aceite valencianista apenas se ha visto alterada por un incendiario editorial que asumió Anil Murthy, el presidente actual, pero que pareció ser un ajuste de cuentas remitido desde Singapur. Apenas nada en una entidad que estaba abonada a las crisis y que ha resurgido casi de sus cenizas.

Dieta estricta y el premio del arroz al horno

El listón de la exigencia de Marcelino está muy alto e incluye una <strong>estricta dieta</strong>. Los controles de peso y grasa son frecuentes y los jugadores hacen muchas comidas en la ciudad deportiva. También es normal ver salir a algunos de allí con varios 'tuppers' que un cocinero les ha preparado según las indicaciones de <strong>Jonathan Ondina</strong>, un nutricionista que fue jugador de Marcelino en el filial del Sporting.