EL DEBUT DEL CAMPEÓN

Un frontón muy alto

Rafinha, dolorido, tras la entrada de Nainggolan.

Rafinha, dolorido, tras la entrada de Nainggolan. / periodico

JOAN DOMÈNECH / ROMA

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Una victoria en las seis últimas visitas a Italia apuntaba la estadística del Barça como un recordatorio de que el Calcio no anda tan moribundo como parece. Aunque solo tenga dos representantes en la Champions que un día dominó con tiranía. Ni la condición de campeón ha insuflado al Barça la energía suficiente para quebrar el pasado e iniciar la senda del "maravilloso estímulo" que se ha trazado para renovar el título. A muy poco ha sabido el empate de los azulgranas, que con parecido esfuerzo se llevaron el triunfo en el Calderón.

Ha faltado el gol salvador de Messi, como el sábado, pese a la mayor insistencia del astro en chutar a portería. Ha aglutinado la práctica totalidad de los remates del equipo, lo que ha reafirmado la dependencia que existe para que resuelva él. Suárez solo ha rematado en el gol y Neymar ha despertado tarde. Ha aparecido a la desesperada Alba en el tiempo añadido, pero la fe del Roma había hormigonado el muro que construyó, sin que amenazara ruina.

OCTAVO LARGUERO

El frontón al que se ha enfrentado (se ha estrellado) el Barça ha sido tan alto que el larguero (el octavo en siete partidos) ha resultado finalmente dañino y ha reportado los primeros puntos perdidos que no deberían suponer ningún contratiempo en la clasificación. El Roma ha defendido desde el principio al final. Se ha encontrado con un empate muy afortunado en una ocasión quimérica –demasiado vista, sin embargo, contra el Barça– y, consciente del tesoro que ha encontrado, ya no ha pretendido más que conservarlo hasta el final.

El Barça ha sido básicamente Messi y el Roma, Florenzi, que este miércoles se ha ganado la invitación para acudir a la gala de Zúrich del 11 de enero. No para competir por el Balón de Oro, evidentemente, sino para aspirar al premio del mejor gol del año. Desde la línea del centro del campo, junto a la línea de banda, Florenzi ha visto a Ter Stegen adelantado otra vez y ha probado fortuna. Podía seguir corriendo o intentar la osadía. La lotería ha premiado su arrojo con un golazo. Florenzi tal vez no será eterno en Roma, repleta de eternidades, pero sí lo será su gol, de cuyo valor ya se hablará.

LA GLORIA DE FLORENZI

A sus 24 años, en su segunda campaña con el primer equipo, el equivalente romanista a Sergi Roberto (ha encontrado acomodo de lateral cuando tiene condiciones de jugar de extremo o de interior, como lo hizo en las escalas inferiores), ha besado la gloria. Florenzi se ha echado las manos a la cara, incrédulo ante su propio disparo, como se la han echado a la cabeza miles de espectadores asombrados. A partir de entonces el defensa ha sido aplaudido en cada acción. Se ha agigantado tanto que ha empequeñecido a Neymar, acomplejado por la noche que le estaba dando Florenzi, enrampado hasta las cejas y despedido con el público en pie. Neymar ha reaparecido cuando ya no tenía ante sí a su par, sino a Torosidis.

TER STEGEN, EN MAL LUGAR

Le ha dado la noche también a Ter Stegen, responsable directo de la gloria ajena por un tiro tan lejano que ha denunciado su imprudente y justificada posición. Imprudente, sobre todo, porque era la segunda vez que trataban de pillarle fuera de sitio y ha sido el segundo gol que ha encajado. Justificada por la necesidad de estar atento para una salida fuera del área. Florenzi ha triunfado como San José en San Mamés, más centrado sobre la vertical del área para lanzar el globo. Bravo tuvo más suerte: el intento del malaguista Juan Carlos salió alto. Ter Stegen, que luego ha hecho una gran parada a tiro de Nainggolan, ha quedado en mal lugar en comparación también con Szeczesny antes de marcharse lesionado en un choque con Luis Suárez. En un feo gesto, por las tiranteces que habían tenido antes (un penalti que el uruguayo quiso adornar en la caída), ni se ha disculpado. Sí lo ha hecho Nainggolan cuando ha lesionado a Rafinha en una criminal e innecesaria entrada por detrás merecedora de roja.

DESGRACIA DE RAFINHA

Cuatro minutos, tres de ellos tendido en el césped, ha permanecido Rafinha en el césped. La pretensión de Luis Enrique de dar brío al centro del campo se ha desarmado al instante. Ha entrado Mascherano, quien no iba a acelerar el juego ni a aportar creatividad. No ha probado con Sandro ni Munir, los otros delanteros que tiene, ya que no cree que mejoren a los titulares. Al Barça le han venido las prisas cuando ha desperdiciado mucho tiempo (el primero tras apagar el fogonazo inicial del Roma) en tejer jugadas con parsimonia, con una fórmula repetitiva. Agotándose el reloj, ha tirado de instinto y ha probado desde todas las esquinas. La pared ha devuelto todas las bolas.