un clásico memorable

Cuando el balón es un tsunami

El Barça trituró al Madrid con la libertad de Messi y la verticalidad de Pedro y Villa

MARCOS LÓPEZ / JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pep Guardiola, un fanático del cruyffismo, ha construido un Barça más cruyffista que el dream team, el pionero que abrió dos largas décadas de gloria. Llegado el primer momento cumbre de la temporada, con el Madrid de Mourinho como rival, el técnico volvió al origen, apeló a esa fidelidad obsesiva a la pelota -«atacamos con ella, nos defendemos con ella, somos lo que somos», dijo a sus jugadores- y rescató el fuego interior que anidaban dentro para conseguir el 5-0 del siglo XXI.

EL MENSAJE «Tenemos que hacer lo de siempre»

Tres meses después, llegó la noche esperada. Y como acostumbra, Guardiola eligió lanzar mensajes cortos. Llegado ese momento tan esperado por el madridismo como la ocasión ideal para derrocar al Barça de Pep, el técnico escogió las mismas palabras que había empleado ante la prensa. «Mourinho sabe que iremos a atacarles. Somos lo que somos», había dicho el entrenador en la noche del domingo. No hablaba Guardiola solo para los periodistas. También hablaba para sus jugadores. «Tenemos que hacer lo de siempre». Y sus jugadores le hicieron caso. Jugaron como siempre salvo un par de novedades.

LA INNOVACIÓN «Leo, tú bajas. Y Xavi y Andrés llegan más»

Hace año y medio, en otra noche memorable para el barcelonismo (el 2-6 del Bernabéu), Guardiola introdujo un cambio táctico sustancial. Puso a Messi de falso delantero centro y cuando Juande Ramos, entonces técnico blanco, quiso darse cuenta ya tenía media docena de goles en la portería de Casillas. El lunes, sin embargo, Guardiola fue un poco más allá. «Leo, tú bajas. Y Xavi y Andrés llegan más». O sea, Messi transformado en un centrocampista más, a la altura de Xavi, Iniesta e incluso de Busquets, para sorprender al Madrid. Pepe y Carvalho, los dos centrales blancos, se quedaron entonces sin referencia alguna.

«¿Dónde está Messi?», se preguntaban ambos con la mirada. Lo tenían cerca, pero muy lejos. Si iban a buscarlo, dejaban desnuda a la zaga porque Pedro y Villa, dos flechas, rompían por fuera a Ramos y Marcelo, desarbolados por la velocidad azulgrana. Iban de fuera hacia dentro. Si Pepe y Carvalho lo esperaban atrás, Messi creaba superioridad en la zona media abriendo pasillos para Xavi (primer gol), Iniesta y Villa, al que dio dos pases de gol. No hubo un Messi, hubos muchos Messi.

EL DESCANSO «Estad tranquilos, solo interesa el fútbol»

Sin nueve o, perdón, con muchos nueves, el Barça iba con la pelota cosida a las botas guiada por GPS. Atolondró de tal manera al Madrid que lo dejó desorientado. No sabía dónde estaba. El equipo de Guardiola llenaba el centro del campo con tantos Messi y, al mismo tiempo, provocaba que los madridistas persiguieran sin éxito a 11 fantasmas. Cuando creían llegar a la pelota, ya estaba en otro sitio. Y siempre mimada por los pies azulgranas. Jugó mucho el Barça por dentro para acabar finalmente por fuera. Pero llegó la tangana entre Cristiano Ronaldo y Guardiola. El técnico no le dio la pelota y la estrella portuguesa le empujó, provocando unos minutos de tensión.

Al Madrid le interesaba ese terreno emocional; al Barça, no. Y llegó el descanso. «Estad tranquilos, solo interesa el fútbol. Solo somos mejores jugando a fútbol», vino a decirles Guardiola a sus jugadores, instándoles a huir urgentemente de esa batalla. Al Barça no le llevaba a ninguna parte. ¿Por qué? Cada vez que se detenía la pelota, el Madrid descansaba. «Hay que moverlos de un lado a otro, hay que cansarlos. Que no se pare más el partido», pedían los técnicos. Y no se paró en una frenética segunda parte con el Barça hurgando detrás de la espalda de la defensa blanca. Cada balón era un tsunami. O era gol. O medio gol.

EL DESPISTE «Anda, levántate», le dijo Marcelo a Pedro

Cada gol, y fueron cinco del Barça al Madrid, fue un monumento al ingenio. El balón estaba en un lugar para despistar al rival y, al segundo, llegaba a la otra punta del campo para que Xavi, Pedro, Villa, en dos ocasiones, y hasta Jeffren rubricaran una impecable obra de arte táctica. Mientras los madridistas iban desesperados en busca de fantasmas que no pillaron nunca en unos tormentosos 90 minutos que no tenían fin , Messi tomó el disfraz de asistente. Cada gol retrató la impotencia blanca. Pero, tal vez, ninguno simboliza la esencia del Barça como el segundo, el de Pedro.

En esos casi dos minutos de partido, el Madrid solo tuvo la pelota en su poder durante cuatro segundos. Una minucia. Bailados de punta a punta, los madridistas estaban desquiciados. Messi tocó para Pedro y este se la dio a Xavi. Marcelo obstruyó al canario, pero la pelota siguió en juego porque Iturralde González concedió la ley de la ventaja. Mientras Xavi envió el balón a Villa (desde la derecha a la izquierda, de dentro a fuera), Marcelo se encaró con Pedro, tumbado aún en el suelo. «Anda, levántate. Venga ya», le dijo el brasileño. Pedro se levantó con tanta energía que adelantó al ingenuo Marcelo por la derecha para marcar el 2-0. El símbolo de la voracidad del Barça.