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Jordi Coca homenajea a la estríper Christa Leem con una novela

El escritor Jordi Coca hojea prensa francesa, la pasada semana, en su casa de Barcelona.

El escritor Jordi Coca hojea prensa francesa, la pasada semana, en su casa de Barcelona.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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«Aquella noia meravellosa era una papallona amb polsim daurat a les ales, i per això mateix estava condemnada a morir cremada per l’escalfor dels focus...», escribe Jordi Coca (Barcelona, 1947) en su última novela, La nit de les papallones, Premi Sant Joan Caixa Sabadell 2009 y que publica Edicions 62. Con esta frase, además de dar sentido al título del libro, define al personaje de Carla, inspirado en la estríper Christa Leem, «una mujer que lo cambió todo en el pequeño mundo del music-hall» barcelonés, y a la que el autor, que la descubrió a inicios de los años 70 y ayudó a encumbrar, rinde homenaje.

Sin embargo, «no es un biopic, ni pretendía escribir sobre la vida de Leem», advierte Coca, que mezcla realidad y ficción. Junto a un inventado periodista narrador, oscuro y sórdido, que escribe en un diario del Movimiento, «hay un entorno de personajes reales» –Fernanda, propietaria de El Molino, el empresario Joan Estrada, Ángel Pavlovsky, Bella Dorita, Ocaña, Joan Brossa...– que permiten mostrar cómo Leem fascinó a la izquierda intelectual barcelonesa de la época, que la convirtió en mito y luego la olvidó. «Fue víctima de aquellos años», opina el autor.

Leem falleció a causa de un cáncer en el 2004, a los 51 años. Tuvo un éxito artístico fugaz; durante poco más de una década trabajó en El Molino, debutó en 1982 en Cúpula Venus gracias a Estrada, en Rocky Horror Show, de Ventura Pons, y protagonizó el primer estriptís de la televisión española. Luego desapareció, engullida por la heroína.

La novela retrata los dos mundos en que se movía, el más sórdido y oscuro del Paral·lel y el Barri Xino y el de la Barcelona rica, sofisticada y «perfumada de Bocaccio. Allí se construyó el mito de Christa y se enganchó a la coca». «Eran unos años muy locos. Antes de la muerte de Franco la sociedad era una olla a presión, había una necesidad de romper cosas», explica Coca, escritor de largo y premiado recorrido y miembro del Consell Nacional de la Cultura y de les Arts de Catalunya. «Ella era libre moral y sexualmente, hacía lo que quería, y lo transmitía».

¿Por qué era tan especial Christa Leem? «Fue el Carles Santos del music-hall. Rompió los esquemas de ese pequeño mundo. Abandonó todos los atributos de las vedetes convencionales, las plumas, las joyas, la inmovilidad, el lenguaje kitsch. En el escenario sus movimientos eran casi cotidianos, aparentemente mal hechos, pero los convertía en algo sugerente, cargado de emoción y verdad», rememora Coca.

MUSA DE JOAN BROSSA / El autor tenía unos 20 años y trabajaba en el Institut del Teatre cuando la vio actuar por primera vez en Barcelona de Noche, en el espectáculo Corbatas y ligas, con Ángel Pavlovsky. Influenciado por el arte vanguardista de Brossa, con quien estaba seleccionando los premios FAD Sebastià Gasch, fue uno de los que la descubrieron. «Me impactó tanto que le dije a Brossa ‘He visto a una chica que hace unas cosas fantásticas’. ‘Pues vamos a verla’, contestó él. Quedó absolutamente fascinado. Conectaron enseguida y siempre se entendieron muy bien». Tanto que se convirtió en musa del poeta al que le gustaban las cosas esenciales, desnudas, austeras. «Ella misma decía: ‘A mí Brossa me entiende. Sabe que yo no hago estriptís sino psicología’», recuerda Coca.

El origen de La nit de les papallones se remonta a 1974, cuando Coca empezó el proyecto fallido de un libro sobre El Molino, con el director de teatro Joan Castells y el fotógrafo Joan Fontcuberta, para el que acumuló mucho material. Años después, Rosa Regás le pidió un relato para el libro Barcelona, un dia y escribió un texto sobre una vedete. «Me quedé con la idea de que podía hacer algo más», revela. Y cuando después de 20 años sin saber nada de Leem, Coca se enteró de su muerte, decidió ponerse a escribir para recuperar la memoria de aquella malograda mariposa. «Hace dos años si ponías su nombre en internet no existía», afirma el autor. Ahora cualquiera puede comprobar si sigue siendo así.