LA PASIÓN DEPORTIVA DEL GENIO DE PORTLLIGAT

El Tour dedica a Dalí la etapa de Perpinyà, "el centro del universo"

Dalí.

Dalí.

SERGI LÓPEZ-EGEA
MÓNACO / ENVIADO ESPECIAL

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Seguramente Joaquín Soler Serrano no se sorprendió en 1979 con la respuesta del genio de Portlligat. Ni tampoco cuando el doctor Balius Juli repasó en 1987 la admiración que Salvador Dalí (1904-1989) sentía por el deporte en general y por el ciclismo, por el Tour de Francia, en particular. Nunca se sabrá si el pintor ampurdanés tenía prohibido a su esposa Gala molestarlo mientras las bicicletas enfilaban los puertos. Pero sí, en cambio, que él encendía la televisión y observaba a los corredores con esa mirada surrealista a la vida que solo Dalí era capaz de dispensar. El Tour ha recogido esa pasión y dedicará al artista catalán la quinta etapa de la prueba que empieza el sábado en Mónaco. Y así ha sido porque la meta está en Perpinyà, ciudad que Dalí consideraba como «el centro cósmico del universo»

«Cuando pinto, babeo de satisfacción y espero el gran momento de que llegue la mosca, se pose y luego se introduzca en mi boca. Y cuando ya está muy dentro, cierro la boca y la mosca hace brrr, y es algo verdaderamente sibarítico de la pintura. Y al rato, otra mosca y lo mismo... Y todo esto mientras toda Francia va en bicicleta, el Tour de Francia en la televisión con todos los ciclistas subiendo una cuesta y sudando, la radio hablando de los héroes del Tour, y yo con mi mosca... «

Puede parecer la frase pronunciada a Soler Serrano como la de una persona a la que le aburre el Tour y por eso se entretiene con la mosca, pero hay que fijarse en dos detalles. Insecto aparte, Dalí constata en su surrealista frase que mira el Tour por la tele y escucha la retransmisión de la carrera por la radio.

DEPORTISTA EN SU JUVENTUD / No extraña que Christian Prudhomme, director del Tour, descubriera en los archivos de la grande boucle diversas referencias del pintor hacia la carrera. El pasado 22 de octubre, cuando Prudhomme descubrió el recorrido del Tour de esta edición en el Palacio de Congresos de París, se volvió a escuchar la genuina voz de Dalí, hablando en francés, con su personal manera de arrastrar las erres y recordando: «Cuando las bicicletas llegan a París se termina el verano».

Dalí nunca hizo ascos al deporte. En su juventud practicó los saltos de altura y longitud y hasta le gustaba mostrar el vestuario deportivo de la época entre sus compañeros de la Residencia de Estudiantes de Madrid. También se sabe que trazó amistad con los jugadores del Barça Emilio Sagi y Josep Samitier. Y, sobre todo, que sentía una profunda admiración por Louison Bobet, el primer corredor que ganó tres Tours consecutivos, entre 1953 y 1955. Bobet, tal vez por eso sedujo a Dalí, fue el primer ciclista que cuidó la elegancia, en todos los aspectos, cuando montaba sobre la bicicleta.

SATISFACCIÓN PERSISTENTE / En Diario de un genio, la obra autobiográfica en la que Dalí cuenta sus vivencias entre 1952 y 1964, no olvida tampoco –en su personalísimo estilo, por supuesto– referirse a su pasión por la carrera. La frase no tiene desperdicio: «Yo querría que toda Francia fuera en bicicleta, que todo el mundo pedalease chorreando sudor, enfilándose como locos por subidas inaccesibles, mientras que el divino Dalí pinta... sí, el Tour de Francia me produce una satisfacción tan persistente que la saliva me fluye a raudales imperceptibles pero constantes».

EL ENCARGO / Quizá por esta satistacción cósmica que el pintor sentía hacia el Tour aceptó el encargo de Jacques Goddet, director de lacarrera, para que fuera uno de los 23 artistas que colaboraron con la prueba pintando una postal oficial, la que ilustra esta página. Es una de las obras menos conocidas del artista y se encuentra archivada en la Fundació Gala-Salvador Dalí.

Dalí, sin duda, dio suerte con su postal a Federico Martín Bahamontes, el Águila de Toledo, puesto que se convirtió aquel año, ahora se conmemora el 50º aniversario, en el primer español que consiguió triunfar en París, un 18 de julio, un día muy señalado por la dictadura y en el que se sirvió paella en la Embajada Española de París y no precisamente para celebrar el alzamiento del general Franco.