crónica // JORDI BIANCIOTTO

Coldplay, gigantismo en formato intimista

El grupo de Chris Martin buscó el impacto emocional

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ópera y britpop en una misma velada. El recital del tenor Josep Carreras en el Liceu y su posterior desembarco en la playa de Sant Sebastià, donde se retransmitió, y la actuación de la banda británica Coldplay en el Espacio Movistar movilizaron el martes a más de 5.000 personas en Barcelona. Ambos eventos fueron gratuitos. Y especiales: el primero se trataba de una celebración muy redonda. Y el segundo, de la presentación en directo del cuarto disco del grupo, Viva la vida.

Coldplay no es solo un aspirante serio a competir en la liga de estadios de U2 y a dar alimento a los desamparados fans de Pink Floyd, sino la esperanza blanca de la industria británica (y de la torturada EMI) para cuadrar los balances. La presentación de Viva la vida or death and all his friends en el Espacio Movistar, con prensa europea, altos ejecutivos y público restringido, mostró a un grupo que busca la cuadratura del círculo: intimismo para grandes recintos y pop sinfónico alternativo diseñado por un Brian Eno cuya idea de la experimentación se estacionó en los 80.

Como el Espacio Movistar no es un estadio, sus canciones ricas en capas de instrumentaciones superpuestas llenaron el recinto y lo desbordaron con sus inflexiones emotivas, sus filigranas melódicas y sus introducciones de piano. Aunque de estas hay menos en su nuevo disco: prima la acumulación de texturas de sonido bajo estrofas sensibles. Como las de Life in technicolor y Violet hills, que abrieron el concierto.

Sin apenas tiempo para familiarizarse con el nuevo disco, que salió a la venta el mismo martes, el público premió canciones más antiguas, como Clocks e In my place, que mostraron un triunfal perfil de clásicos. Viva la vida sonó más ligera, y Chinese sleep chant dio luz verde a la única guitarra rockera de la noche. El nuevo material (42, Lost!, Strawberry swing) fluyó con sobriedad, y Chris Martin se dirigió al público con dudosa inventiva ("sois los mejores fans de todo el mundo").

El ambiente era de banco de pruebas, hasta el punto de que Coldplay ensayó el número del set acústico, casi obligado en toda banda de estadios, no en un escenario alternativo, sino en un rincón del primer piso. Cayeron Yellow y la inédita The goldrush, que condujeron al remate del concierto con un Fix you envuelto en coros populares y otra pieza nueva, Lovers in Japan, esta regada en confeti. ¿Confeti? Quizá esa última escena quede bonita en el Palau Sant Jordi.