Cuando ser rojos era ley de vida

Estaba muy claro que el nuevo periódico lucharía en clave de radical antifranquismo, a fin de frustrar toda operación retorno de la dictadura.

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undefined1402000 especial 25 aniversario de el periodico de especial 25 anive181018202909 / ARCHIVO

Ángel Sánchez

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Al comenzar este artículo, inevitablemente nostálgico, precisaré que el significado que le doy al adjetivo rojo es el de persona radical en política que figura en el diccionario. En el momento de la aparición de 'El Periódico de Catalunya', Francisco Franco llevaba enterrado apenas tres años. Y si en la actualidad hay quienes le echan en falta, figúrense el panorama de aquel 1978 en el que los vencedores de la guerra/vengadores de la posguerra no estaban dispuestos a renunciar a sus prebendas. Con la Constitución a punto de ser aprobada en referéndum, el primer objetivo era no sucumbir en el intento de consolidar la democracia. Estaba muy claro que el nuevo periódico lucharía en clave de radical antifranquismo, a fin de frustrar toda operación retorno de la dictadura. 

Cuando Antonio Franco me propuso la jefatura de sección de política española, acepté con la condición de que me acompañaran Sebastián Serrano, Xavier Campreciós y Enric Sala, con los que trabajaba en idéntico departamento en 'Mundo Diario'. El grueso de la redacción del rotativo del Grupo Mundo se había ganado a pulso cierta fama de practicar un periodismo políticamente combativo y sensible a las reivindicaciones ciudadanas. Mis citados compañeros, unos cuantos años más jóvenes que yo, que tenía 32, estábamos seguros de que podríamos desplegar ese mismo periodismo ilusionado e idealista en el diario del Grupo Zeta que iba a nacer. Y, además, con más medios a nuestro alcance. No nos equivocamos. He aquí algunas impresiones de los primeros años.

El rigor no estaba reñido con el periodismo popular

Confieso que aprendimos mucho desde el primer momento en que nos pusimos a preparar los números cero en aquellos meses previos a la salida del diario. Conseguimos adaptarnos a las pautas más académicas y selectivas regidas por la cúpula directiva encabezada por Antonio Franco, quien nos había dicho que haríamos un periódico «tan serio como los libros», pero que «entraría por los ojos como los tebeos». Siempre supimos que la seriedad y el rigor no estaban reñidos con el periodismo popular, sino todo lo contrario. Huíamos del elitismo dirigido exclusivamente a los entendidos, que suelen ser quienes dominan los resortes del poder.

Con el titular de la portada del 6 de diciembre de 1978 «Adiós, Franco, adiós», inspirado en una película de Manuel Summers de enorme éxito –Adiós, cigüeña, adiós--, estrenada siete años antes, el diario quería reflejar de manera inequívoca el punto de partida ideológico: la bienvenida a la democracia encarnada en aquella Constitución que entonces, significativamente, rechazaban muchos de los que ahora se agarran a ella para que España no evolucione.

Columnistas variados

En otra portada, nada menos que en la del primer número, otro titular había dejado muy clara la apuesta por la normalización del catalán («Los escolares catalanes dependerán de Tarradellas»), que, bajo la forma de inmersión lingüística, habría de ser la principal conquista de la Generalitat presidida por Jordi Pujol, el mismo que en 1984 consiguió su primera mayoría absoluta. «Pujolazo» fue el titular de portada.

La vocación progresista de nuestro diario nos llevó a sintonizar más con la izquierda, aunque el abanico de columnistas de opinión siempre ha sido plural. Fuimos beligerantes con Adolfo Suárez, si bien no compartíamos los ataques que le dirigían los militares ultras y el sector crítico de su partido. A raíz de su dimisión, el 29 de enero de 1981, se abrió una puerta que el 23-F quiso cerrar de golpe con un golpe. Fue nuestro bautismo de fuego como periodistas. Todavía hoy no se conoce la verdad oficial de quienes permitieron la asonada castrense, pero cada vez hay más datos que apuntan a altas esferas del Estado. Recuerdo aquel día como la gran pesadilla de mi vida profesional. Y todavía no me explico cómo evitamos la parálisis para poder contar lo que ocurría.

Como contrapunto del 23-F vivimos un año más tarde la euforia del 28-0, o sea, la victoria del PSOE por mayoría aplastante. El titular de portada «Felipe barre» (en aquella época el único Felipe a secas era el líder socialista), además de significar el triunfo abrumador, pretendía evocar la limpieza que se esperaba de los nuevos gobernantes: quedaba muchísimo por barrer. El cambio prometido se vio obligado a coexistir con las bombas de ETA. ¿Cómo olvidar la tragedia de Hipercor en Barcelona (el 19 de junio de 1987), la otra gran pesadilla política y periodística? «ETA nos masacra», rezaba el titular de nuestra primera página. Las constantes salvajadas etarras arrastraron al Gobierno socialista hacia el terrorismo de Estado, que a la postre contribuyó a su derrota en 1996. Entonces llegó José María Aznar. Pero esa ya es otra historia. Una historia para no dormir.