Pobre, soltera y feliz: así vuelvo a España (porque no todos tenemos que triunfar en el extranjero)

Termina mi aventura, pero no esta columna. 

Carmen Raya con bocadillo de vuelta a Espana
Carmen Raya con bocadillo de vuelta a Espana / INSTAGRAM

Escribo hoy esta columna (vuestra preferida, ya lo sé yo) desde mi adorado Albacete. Aquí, en las paredes de la que es la casa familiar, fue donde supe que un día viviría en Los Ángeles. Recuerdo comprar religiosamente las revistas Cinemanía y Fotogramas y recortar entrevistas y reportajes para luego guardarlos en una carpeta con imágenes de motos (siempre me han encantado, aunque nunca he tenido una) que conseguí reuniendo puntos de los Bollicaos.

Una época en la que esperaba la noche de los Emmy, los Globos de Oro y los Oscars con más ilusión que la de Reyes (y eso que en esta última por lo menos me regalaban algo). Sin embargo, y a pesar de mi corta edad, siempre tuve claro que las colinas de Hollywood me verían caminar por sus calles. Pero como todo guion que se precie, todo tiene un final. Y nada agridulce, al contrario.

Tras muchos años de miedos y dudas, me lancé a la aventura de ser periodista autónoma. Y sí, es que a mí lo de ser pobre siempre me ha parecido bastante 'cool' (hay perdón, que es que ahora soy la típica que habla metiendo palabras en inglés para que la gente sepa que soy bilingüe).

Total, quecogí más trabajos que los que tienen las Kardashian entre todas, dormí durante un año y mediolas mismas horas que Hilaria Baldwin (madre de seis hijos pequeños) y conseguí sacar la nota que pedían en la Universidad de Los Ángeles para estudiar un Certificate en Producción de Cine y Televisión. Dicho y hecho. El 11 de marzo de 2019 mi culo manchego aterrizaba en Los Ángeles y comenzaba una aventura que ha terminado dos años después y a la que no puedo más que rendirle un homenaje literario aquí y ahora.

[Bueno, Lena, eso llevo haciéndolo desde hace un año que empecé esta columna, a ver si te actualizas]

Esta ciudad me permitió experimentar lo que ninguna otra me había dado la oportunidad: vértigo. Y sé que muchos pensaréis que esto lo ofrecen otras muchas ciudades, y no os lo negaré. Pero la ciudad de las estrellas es única e inigualable. No solo su diseño, más parecido a un polígono industrial que a otra cosa, es digno de admiración (u odio), sino que en ella conviven todo tipo de gente que solo tiene una cosa en común: no tienen ni idea de qué hacer con sus vidas.

[Ah, eso y que es gente que quiere estar siempre morena. Gracias Paris, que se me olvidaba].

En serio, que nadie os engañe. Yo quería cambiar el rumbo de mi carrera. Sabía que quería dedicarme al cine, pero no sabía por dónde empezar ni cómo hacerlo. Así que estudiar me pareció una gran idea. Y lo fue. Enfrentarme a unas clases en inglés, entenderlas, hacer los deberes, hacer amigos... Todo fue realmente enriquecedor. Por no hablar de las citas y el sexo. ¡Qué maravilla!

Esta ciudad me ha dejado claro que solo con sonreír pueden pasarte cosas maravillosas. Aunque los que os enfrentáis a la delicia constante de hablar en otro idioma que no sea el materno habréis sufrido el mismo dolor de mandíbula que yo al estar siempre tal que así.

Así que mientras mis amigos de toda la vida estaban en España comprando pisos, casándose y dando la bienvenida a sus primeros hijos, yo he estado yendo a fiestas con gente diez años más joven, recorriendo la ciudad a pata para conocer cada rincón (nada de coche, queridos) y disfrutando de cosas como confesarle mi amor no correspondido a un chico mucho más joven que yo, sufrir mi primer amarillo por consumo de marihuana (mamá, papá, si leéis esto, estoy bien) o probar algunas sustancias más de las que no hablaré por aquí porque bueno, eso prefiero ya desvelarlo en 'Sálvame Deluxe'.

NIÑOS, LA DROGA ES MALA. NO LA PROBÉIS.

Además, Los Ángeles me enseñó que uno siempre puede ser más pobre de lo que ya es. Y eso es algo de lo que en España no somos conscientes. Si pagar 550 euros de alquiler por un estudio en Madrid me parecía obsceno, ni os cuento lo que me parecía pagar 1.400 dólares por una habitación en un piso compartido con otra chica (amiga, ya te echo de menos) en la ciudad de las estrellas. Por no hablar de que un tomate llegó a costarme 3 dólares (y ni estaba bueno) y quehe llegado a pagar por un café con leche 6 dólares más propina. Ah, sí, el seguro médico: 850 dólares cada tres meses.

[Si Aladdín viviese en Los Ángeles ya os digo yo que no andaría tirando el dinero].

Lo sé, ahora todos estáis pensando que cómo puede ser que si todo me iba tan bien y era todo tan asequible económicamente cómo es que no me quedé allí. Amigos, amigas, conocidos, conocidas, lectores, lectoras, familiares y no familiares... Atentos a lo que voy a escribir porque solo lo escribiré una vez. NO TODOS LOS ESPAÑOLES POR EL MUNDO SON LOS ESPAÑOLES POR EL MUNDO QUE VEIS EN EL PROGRAMA ESPAÑOLES POR EL MUNDO.

No todos conocemos al amor de nuestras vidas nada más llegar. No todos encontramos trabajos maravillosos que nos permitan vivir en lujosos edificios con piscina, gimnasio y spa. No todos podemos permitirnos ir cada tres meses a ver a nuestras familias porque ya no sabemos qué hacer con tanto dinero. No todos somos bilingües a los cuatro meses de llegar a nuestro nuevo destino.

Pero sobre todo me fui porque tiene que haber gente que fracase para que otra triunfe. (Es que claro, luego las Marias Pombos y las Lauras Escanes os dicen que si os esforzáis todo es posible y ya tiene que venir Carmen Raya a bajaros del guindo, sobre todo durante esta pandemia que nos ha venido tan bien a todos).

Y dejadme que os diga una cosa. Yo no he fracasado. Cumplí mi objetivo de vivir en Los Ángeles, he hecho amigos a los que volveré a visitar y nunca podré decir nada malo de la experiencia, hasta la fecha, más enriquecedora de mi vida. De hecho, mudarme allí me dio la oportunidad de que mi maravillosa jefa (un poco de peloteo nunca viene mal) me ofreciese contar mis ocurrencias sin filtro en esta columna.

Pero no lloréis que os veo venir. Aún me queda mucho por contar de mi paso por Los Ángeles y más todavía de mi vuelta a España. Solo os diré que porque estamos en pandemia, pero el otro día por poco y le doy un beso al camarero del bar de enfrente de mi casa cuando me dijo que el café costaba 1 euro. Lloré por dentro. Así que todos atentos porque a partir de ahora, más y mejor. Yo os voy a ir dejando que tengo que instalarme el Tinder y poner todas las fotos 'cool' que me he hecho en Los Ángeles. La semana que viene, si os portáis bien, os enseño mi perfil. No sería la primera vez.

Ah, y esta soy yo. Tengo un poco abandonado mi perfil en Instagram. Dadme un poco de tiempo que acabó de cambiarme de país.

P.D: Hoy quiero dedicar esta columna a Candelaria Santi, Ramón, Gonzalo Tarragona, Jorge Meliá e Ignacio de Castro. Sin ellos, Los Ángeles no hubiese sido lo mismo.

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