La felicidad con truco de Los Ángeles: todo el mundo va colocado

La marihuana los ha hecho así.

Carmen Raya con bocadillo de porro en Los Angeles
Carmen Raya con bocadillo de porro en Los Angeles / INSTAGRAM

Atención, 'spoilers': si vienes a vivir a Los Ángeles, prepárate para llegar a casa con la ropa oliendo a marihuana (y a fritanga, bendita fritanga). Sí, porque si yo me pasé mi adolescencia diciéndole a mis padres que me olía el aliento a tabaco (lo he dejado, no os preocupéis) porque había estado en un bar (como si me hubiese estado bebiendo los ceniceros y no el agua de los floreros), los adolescentes de esta ciudad no tienen por qué inventarse algo así (y si lo hacen espero que den con una excusa mejor que la que les daba yo).

Hago una pausa para recordar también a todos aquellos adolescentes que, como yo, alguna vez dijeron eso de "ah, ese paquete de tabaco no es mío, se lo estoy guardando a un amigo". Que entonces te decía tu madre aquello de "ah, pues entonces no te importará que lo tire" y tú, toda digna, decías que no sabiendo que era tu último paquete y que hasta la próxima paga te tocaba 'ayunar' o pedirle a tus colegas.

Gracias, chata. Pero a lo que vamos, que hoy el salseo va de drogas y mira, quién os iba a decir a vosotros que una 'influencer' (en prácticas, eso sí) os iba a hablar de eso. Así que retomando el tema que nos ocupa hoy os diré, sin meterme muy de lleno en cuestiones políticas, que en Los Ángeles (y en el estado de California) es legal el consumo de cannabis. Efectivamente.

Y bueno, supuestamente es para consumo privado en casa, pero resulta que mientras que aquí te persiguen con una recortada (o casi) por fumar un pitillo por la calle, si llevas un porrito en la mano les da igual. Que claro, yo cuando puse un pie en Los Ángeles pensé: "¿Les molesta el tabaco pero no el cannabis?".

Pero fue a las pocas semanas cuando confirmé la hipótesis que rondaba mi cabeza: no les importa porque en Los Ángeles todo el mundo va colocado. ¿Que cómo lo sé? Porque aquí, y esto es un punto muy importante a su favor, te lo dicen abiertamente. Ah, y porque todo el mundo te sonríe siempre y a todas horas. Y eso solo pasa si eres Raquel Mosquera y estás ingresada en la López Ibor con el valium vía intravenoso. [Sí, a veces tiro de humor muy negro, pero si me queréis, me querréis así].

El ejemplo más claro que os puedo ofrecer es el de una vecina (de unos treinta años) a la que había visto dos veces, y de pasada, y con la que me encontré en el jardín de debajo de mi casa paseando ambas a nuestros perros (bueno, yo estaba sacando al de mi compi de piso que estaba de vacaciones, así que soy más su tía). El caso, que todo os lo tengo que contar, cotillas, que como 'mi' perro y el suyo son amigos nos ponemos a charlar mientras ellos salpican y chapotean como Alfred J. Kwak (lo sé, mis referencias televisivas son de muy alta calidad) en el césped.

[Aprovecho para expresar mi indignación por no haber encontrado ni un solo GIF de Alfred, pato que fue criado por un topo después de que un coche atropellase a su familia. Eso es un drama y no 'Juego de Tronos'. Modernos, que sois todos unos modernos]

Pero vuelvo al tema, que me disperso. Yo la veía radiante, feliz, con una sonrisa de oreja a oreja y eso que me estaba diciendo que había tenido cuatro reuniones, se había levantado a las seis de la mañana para ir a yoga (como buena 'California Girl') y después de pasear a Walter (el perro) se iba con su novio (un 'California Boy' de manual) a cenar fuera (eran las 6 de la tarde, pero otro día ya os hablaré de los horarios de comidas).

Por el contrario, yo estaba en chándal, con unas bolsas en los ojos más grandes que las que te dan cuando compras un nórdico y una media sonrisa porque estaba que me caía del sueño y aún tenía que ir a la universidad y aguantar una chapa monumental sobre el modelo del marketing en el cine independiente y en inglés. ¿Quién dijo miedo?

Total, que, de repente, la veo que me mira fijamente, pero sonriendo, y me dice: "Me tengo que ir. Justo me comí una gominola hace media hora y me acaba de pegar". Lo que traducido en lenguaje GIF sería...

Dicho esto, cogió a su perro, puso rumbo a su casa y yo me quedé tal que así:

Exacto. Una vecina a la que no conozco de absolutamente NADA me acababa de confesar que le había dado todo el subidón durante nuestra conversación y como iba a empezar a sentir que su cuerpo se separaba de su mente pues mejor una retirada a tiempo.

Y sí, tranquilos que os explico lo de las gominolas. En Los Ángeles, las tiendas de marihuana la venden en todos los formatos conocidos y desconocidos: porros (incluso liados ya, por si además de drogadicto eres vago. Más humor negro, os lo dije), bebidas, caramelos, gominolas, vapeo, chicles, galletas... En serio, Los Ángeles es el Disneyland de la marihuana.

Nadie juzga si fumas o no (marihuana, ojito, si es tabaco te miran con desprecio). De hecho, conozco gente que comenzó a fumar marihuana en casa con sus padres cuando eran adolescentes y a día de hoy, el 'porrito' de después de comer los domingos es su cigarrito español de 'copa, café y piti' tras la paella dominguera. ¿Me impactó? Muchísimo. ¿Por qué? Quizá porque tratan la marihuana como nosotros el tabaco. Es decir, he ido a fiestas donde me han ofrecido una gominola como el que te ofrece cigarrillos por cortesía porque no sabes si fumas o no. Y bueno, el choque cultural es así como 'curiosón'.

Que claro, ahora entiendo todas esas intervenciones 'rarunas' de los famosos en programas de televisión en directo que se graban en Los Ángeles y un día más tarde el representante aclara que su representado estaba un tanto 'cansado' (que rima con fumado, aclaro yo). Menos mal que Miley Cyrus fue la única que directamente se lo encendió en directo para aclarar por qué se estaba comportando como lo estaba haciendo.

Por no hablar del día que le escribí a un chico con el que había tenido dos citas para preguntarle qué tal estaba (bueno, y para ver si caía algo) y me contestó (y que se me aparezca Alfred J. Kwak si miento) lo siguiente:

Cuya traducción en español sería "estoy bastante colocado". Genial, romántico hasta la médula. Que claro, también os digo que es la mejor manera de empezar y terminar una conversación. Porque después de eso, a ver qué narices le contestas. Ah, por cierto, no fue Brad el que me lo dijo, fue otro.

En fin...Que yo lo único que he venido a contaros hoy es que la marihuana es el tabaco de Los Ángeles. Que los angelinos y angelinas derrochan alegría por los cuatro costados gracias a ella y que el estilo relajado y desenfadado de esta ciudad tiene que ver mucho con esto de poder colocarse de manera legal y sin miramientos (gran palabra). ¿Me gusta? Pues sí, no nos engañemos.

Y bueno, creo que ya somos todos mayorcitos como para que en próximos episodios os cuente por qué no debéis darle más de dos caladas a un porro en California si no venís ya bien aleccionados de casa. Que esto me lo ha contado una amiga, ¿eh?

Por cierto, de quien sí que soy amiga, y he hecho un cameo en su canal de YouTube, es de Jorge Meliá, un periodista afincado en Los Ángeles que os desvela los secretos de la ciudad de las estrellas (y de los estrellados, como bien dice él) en su canal. ¡Seguidlo!

[Fragmento publicitario patrocinado por nadie porque las influencers en prácticas no tenemos de eso]

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