En su artículo 'Reglas' (30 de septiembre) mi paisano Josep M. Fonalleras me atribuye la siguiente frase: "Antes de usar el recurso excepcional e imprevisible de un referéndum, cualquier político honesto y prudente convocaría unas elecciones en las que todos declarasen, clara e inequívocamente, su posición sobre la independencia; si hay una mayoría de diputados favorable, entonces, sí, entonces deberíamos hacer un referéndum". Nunca he escrito esa frase, aunque la primera parte responde casi de forma literal a lo que escribí en un artículo titulado Democracia y derecho a decidir (El País, 13/9/2013); no ocurre lo mismo con la segunda parte. Lo que escribí fue: "Si (en unas elecciones) hay una mayoría de partidarios de la independencia, habrá que celebrar un referéndum; si no la hay, no". El cambio de la palabra "diputados" por la palabra "partidarios" me obliga a decir una cosa que nunca he dicho y que es muy distinta de lo que dije, como sabemos muy bien tras el resultado de las elecciones. Es verdad que el espectacular aumento del independentismo en las urnas aconseja a mi juicio la celebración de un referéndum (si no encontramos una fórmula mejor para arreglar el problema en que estamos metidos), a pesar de que los independentistas hayan ganado en escaños pero no en votos.
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