Ripoll, una ciudad y dos mundos enfrentados

"El imán vivía en mi escalera. Me podía haber pasado cualquier cosa. No te puedes fiar de nadie", dice una panadera crítica con los migrantes

"Todos somos víctimas del atentado y debemos salir adelante juntos", afirma un vecino marroquí

Un reportaje de Elisenda Colell
con imágenes de Jordi Òtix

La discriminación, el estigma, el recelo y el miedo que han emergido en Ripoll y que han cristalizado en la victoria de un partido xenófobo independentista en las elecciones municipales del 28-M llevan seis años gestándose. Las voces de los vecinos demuestran el alcance de una fractura que ha corroído el pueblo tras los atentados del 17-A, perpetrados por seis jóvenes criados en el municipio y de los que nadie sospechó que se habían radicalizado hasta el punto de cometer, dirigidos por el imán Abdelbaki Es Satty, una masacre que dejó 16 muertos y 140 heridos.

EL PERIÓDICO se adentra en las vidas de los vecinos para conocer la magnitud de la crisis de convivencia 6 años después de los atentados del 17-A

"Mi hijo de 8 años me pregunta si se tiene que ir del pueblo"
Mohamed Srhiri. Cocinero. 48 años

Mohamed es cocinero de un hotel de Molló. Ha trabajado de todo en esta comarca, a la que llegó hace 24 años. "Aquí los inmigrantes trabajamos de sol a sol, de lunes a domingo: hacemos lo que la gente de aquí no quiere hacer", explica. Aún recuerda el verano del atentado. "Estuve 15 días sin salir de casa, me daba vergüenza, la gente me miraba sospechando, como acusándome de algo que no había hecho". No supo cómo afrontar el tema con sus hijos. "Les dije que los musulmanes no hacen estas cosas, que el islam es paz y que a esos niños (los terroristas) les comieron la cabeza".

De aquellos atentados han pasado seis años, y su hijo de dos años ya ha cumplido ocho. "Juega en el Ripoll y ha ganado la liga", cuenta el padre con orgullo, mostrando las fotos del menor, alabado por todo el equipo de fútbol del pueblo. Pero el padre sabe que el rechazo en la calle sigue vivo y que su hijo ya lo ha notado. "Cuando la nueva alcaldesa ganó las elecciones me dijo: '¡Papá, nos tendremos que marchar de Ripoll!'". El padre es tajante. "Él es español, tiene la nacionalidad. Se lo dije muy claro: 'no te puede echar nadie de aquí. ¿Me oyes? Tú eres tan de Ripoll como la alcaldesa'".

"Los 'moros' invaden las plazas"

La victoria de la ultraderechista independentista Silvia Orriols, de Aliança Catalana, está totalmente relacionada con este conflicto, un atentado que lo cambió todo. Sus votantes justifican, convencidos, el por qué de su decisión. Ven Ripoll como un pueblo en declive, no lo reconocen como el lugar donde se han criado. Señalan a los inmigrantes como culpables del cambio y ven en Orriols la esperanza de volver al pasado.

Pilar (nombre ficticio). Panadera. 60 años

La panadería de Pilar es conocida por algunos inmigrantes por no vender pan a quien aún no habla catalán. Ella lo niega, pero sí asume que en Ripoll hay dos tipos de vecinos. "Los normales y los inmigrantes, sobre todo los 'moros'". "Nos han invadido. Ripoll ya no es lo que era. Las 'moras' se han apropiado de nuestras plazas con sus hijos", sigue sin tapujos. Asume que alguna vez ha llegado a insultar a mujeres que llevan velo en plena calle. Y explica que se dio cuenta de esta situación tras el atentado terrorista. "El imán vivía en mi escalera, los Mossos entraron a registrar el piso. Me podía haber pasado cualquier cosa. Ya no te puedes fiar de nadie".

"El alcalde anterior se ha equivocado mucho: trata a los familiares de los terroristas como las víctimas. Se pasean por el pueblo como si nada"
Manoli, restauradora, 50 años
"El Ripoll de hoy en día es una chapuza: yo no tengo ganas ni de salir a la calle. Está todo lleno de tribus de inmigrantes, de guetos..."
Sergi, 31 años, especialista en márqueting

Tiene 94 años y dice que está al borde de la depresión. Sentado en un banco, este hombre que no quiere revelar su identidad ve pasar a una mujer con un hiyab en la cabeza. "¿Ves? ¡Hasta dónde hemos tenido que llegar! Ripoll ya no es lo que era; este no es el pueblo donde yo me he criado", cuenta el hombre, que trabajó gran parte de su vida como pastor. Ahora vive solo. Su mujer falleció en una residencia.

"Nosotros no hemos matado a nadie"

Para las dos mezquitas de Ripoll, la resaca de los atentados fue "de lo más duro que hemos vivido", en palabras del presidente de la comunidad islámica donde trabajaba el imán que radicalizó a los jóvenes que materializaron los atentados. Los musulmanes tuvieron que convencerse de que no eran los culpables, y además esconder el duelo por las muertes de los terroristas, vecinos y amigos hasta entonces. Hoy se sienten en el punto de mira, con barreras para encontrar trabajo y alquiler, y temen que su comunidad se encierre aún más.

"Confío en la democracia: no tengo miedo"

Ali Yassine preside la comunidad islámica Annour, el templo donde el imán Es Satty trabajaba cuando radicalizó a los jóvenes de Ripoll e ideó los atentados. "El imán tenía dos caras. Se le podía pasar a cualquiera", se excusa. "Es lo más duro que hemos vivido: yo tuve una depresión y estuve tres meses de baja por los malos momentos en el pueblo: nos teníamos que convencer de que no éramos culpables", recuerda el hombre, que trabaja en una fábrica a las afueras del pueblo. Tras el 17-A, los miembros de la mezquita se formaron en prevención yihadista y promueven actividades contra el estigma abriendo el templo al resto de la población.

Yassine llegó con 26 años a Ripoll, ahora supera los 40. "La gente viene aquí a trabajar, no a buscar problemas: nos están poniendo a todos en el mismo saco", insiste. Y admite que hubo miedo entre la comunidad marroquí cuando la ultraderecha independentista ganó las municipales. Antes de que Orriols se convirtiera en alcaldesa, ya tuvieron encontronazos con ella en los juzgados por acoso en las fiestas del cordero y el Ramadán. "No hacemos nada ilegal ni daño a nadie, muchos ya tenemos la nacionalidad: yo confío en la democracia española. La gente la ha votado, pero Orriols no puede saltarse la ley ni hacernos nada".

"Cada vez cuesta más que te den trabajo"

La primera mezquita que abrió en Ripoll, hace más de 20 años, fue El Fathe. Moussa, que es miembro de la junta pero prefiere esconder su apellido, muestra su preocupación ante el conflicto social latente de Ripoll. Las consecuencias las vive desde hace años. "Tras los atentados tardé un año y medio en encontrar trabajo. La gente ha cambiado mucho. Al ver un nombre árabe se asustan. Ni te devuelven la llamada", lamenta. Pasa lo mismo a la hora de encontrar un piso de alquiler.

"Todos somos víctimas del atentado y debemos salir adelante juntos", insiste Moussa, que rebate una y otra vez los mitos y falsedades que resuenan en Ripoll. "La gente que recibe ayudas no tiene nada para comer. ¡Si tanto os molesta, dadles un empleo!". Es consciente de la fisura social. "Me preocupa que la comunidad marroquí se encierre aún más, esto solo nos traerá problemas", subraya en un catalán perfecto este hombre, que llegó de Nador al Ripollès con 14 años.

"Hay que plantar cara al fascismo"

"No nos tenemos que preguntar qué hace el ayuntamiento por nosotros, tenemos que ser nosotros los que nos preguntemos qué vamos a hacer. No nos podemos quedar de brazos cruzados y asustados". Habla Carme Brugarola, maestra y promotora de la Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCRFR) en Ripoll. Como ella, son muchos los vecinos conscientes de que es tarde, pero que la sociedad civil debe reparar esta fractura social. De una forma aún informal, distintas entidades se están reuniendo para trabajar en favor de la convivencia en esta legislatura. "Debemos plantar cara al fascismo y reencontrarnos: Ripoll no es esto".

"La gente se ha vuelto muy racista"

"Ripoll ha cambiado mucho y para mal", sentencia Joan Ullastre, que vino con 14 años de Torelló (Osona) a levantar el bar 'Bon Rotllo', el motor que le ha ayudado a superar varios cánceres. "La industria ha cerrado, los comercios cierran... oye es que aquí solo los inmigrantes quieren trabajar", defiende. "La gente, después de los atentados, se ha vuelto muy racista. Pero es que no lo entiendo. ¿Cómo se pueden quejar de que les quitan el trabajo si ellos no mueven un dedo?", se pregunta. A diario oye comentarios xenófobos en el bar. Pero no deja pasar ni uno. "A algunos, solo de ver a un 'moro' ya les vienen todos los males. Yo les cojo y les pregunto: '¿Esta persona te ha hecho algo? No, pues te callas'".

Sin ser consciente, Ullastre trabaja más en pro de la convivencia que muchos proyectos de inclusión. En el 'Bon Rotllo', cada día se juegan partidas multiculturales de 'la botifarra'. Hace posible la mezcla social que las administraciones no han logrado. "Aquí todos son bienvenidos y hay que jugar juntos: no puedo hacerlo de otra forma".

"Condeno los atentados, pero los que están aquí no tienen culpa. Solo hay que ver al padre de uno de los terroristas: se arrastra por la calle... ¿Cómo puede ser que le retiren el saludo?"
Juan F., coordinador del club de fútbol sala
"Soy la oveja negra: te hartas de acabar discutiendo siempre en las comidas familiares o con amigos porque el mensaje racista te lo encuentras hasta del que menos te lo esperas"
Profesora de catalán para familias inmigrantes

Otras discriminaciones

Las mujeres son también el blanco de muchas actitudes racistas en Ripoll. Las que más reciben son las musulmanas, visibles por el hiyab. "Claro que notan el rechazo. Lo que no entienden es el motivo", explica una profesora de catalán para mujeres recién llegadas. "Las marroquís tienden a encerrarse en casa. Nosotros intentamos que no lo hagan, que salgan, que se expresen. Bajo los pañuelos hay mujeres libres y encantadoras", insiste esta profesora. Es el caso de Zora Bel Akid, madre de una niña de un año. Graduada en Económicas y con un máster en contabilidad, lleva cuatro años en Ripoll buscando trabajo de lo suyo. "Sí hay discriminación; solo me ofrecen empleo sin cobrar", asegura.

"Yo no vine a Ripoll a vivir de ayudas. Vine para trabajar y para que mi hija tenga derechos"
Zora Bel Akid, contable en paro, 31 años

Pero las mujeres marroquís no son las únicas que notan el rechazo. En los últimos años ha llegado una importante población de mujeres latinoamericanas. "El 'vete a tu país' ya lo oí en el súper al mes de llegar a Ripoll", cuenta una mujer que regenta una tienda en el centro del pueblo. "Es triste. ¿Qué tiene que ver el color de la piel? Yo sé que hay gente que ha dejado de venir a la tienda porque ahora la llevo yo y no la chica catalana de antes", asume en un catalán nativo.

"Es triste, pero yo sé que hay mucha gente que ha dejado de venir a mi tienda porque la llevo yo que soy de Honduras y no la chica catalana de antes"
dependienta hondureña de una tienda en Ripoll

Crecer entre dos mundos: ser joven y migrante en Ripoll

¿Cómo han crecido los jóvenes ante este estigma social? Niños que viven entre culturas, en medio de dos mundos, cuentan su visión del conflicto de convivencia al que se han visto arrasados.

"En Ripoll, si eres marroquí te sientes terrorista: la gente te mira como si estuvieras tramando algo"
Moussa, 25 años, estudiante
"Llevo tres años en Ripoll y no he hecho ni un amigo: es una sociedad muy cerrada que te lleva hasta el límite"
Laura Gómez, 31 años, camarera
"Me he dado cuenta de la magnitud de lo ocurrido estos años en Ripoll cuando he ido a estudiar a Barcelona"
Ingrid Jimeno, 19 años, estudiante

Los jóvenes, el futuro de Ripoll, tienen mucho que explicar.
En el siguiente reportaje cuentan su historia y su visión de la realidad.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Elisenda Colell
Fotografías:
Jordi Òtix
Coordinación:
Rafa Julve