Desde hace unos meses, hay dos módulos prefabricados de colores en la Rambla del Raval en los que los chavales se dedican a expresar sus intereses y a practicar sus hobbies. El proyecto se llama Kn60Lab y su objetivo es que sean los mismos jóvenes del barrio, de entre 15 y 21 años, quienes decidan qué habrá en el Can 60, una antigua casa-fábrica textil que en unos años, cuando acaben las obras, se convertirá en un centro municipal a disposición de los vecinos.
Rap, cine, fotografía y videojuegos son algunas de las propuestas más exitosas, pero también hay espacio para los derechos humanos o LGTBI, entre muchas otras. No hay actividades dirigidas ni monitores. Varios educadores ayudan a los chicos a organizarse, pero son ellos los que desarrollan sus proyectos. Las instalaciones evolucionan a medida que avanzan las dinámicas. Una semana aparecen mesas y sillas producidas por un colectivo. Otra, grafitis en las paredes o una mesa de pingpong.
Isaac, de 24 años, quiere constituir un grupo para impulsar este deporte, al que ha sido aficionado toda la vida. Llegó de Ghana hace solo tres meses y para él jugar a pingpong significa la dosis de felicidad diaria. "Cuando era pequeño jugaba siempre a pingpong y era la actividad que me vinculaba con toda la comunidad porque jugábamos todos juntos", cuenta antes de ponerse a jugar. Kn60Lab es su punto de referencia mientras va conociendo la ciudad y desde el barrio va tejiendo su red de amigos.
Antonio, de 11 años, es otro asiduo y lo llaman el DJ de Kn60Lab. "Me gusta poner música, a veces los vecinos incluso se ponen a bailar", cuenta señalando el banco en el que están sentados unos ancianos. Va al colegio en el barrio, pero prefiere tener amigos distintos en cada lado. Y así pasan las tardes los muchachos de la Rambla del Raval. Muchos vecinos paran a preguntar qué es ese espacio. Otros se sientan y pasan el rato mientras los chicos y chicas deciden por ellos mismos lo que habrá en el Can 60 en lugar de que se decida por ellos.
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