DEL REY EL TIEMPO

Un gran desafío

El Rey, junto a su padre y su hijo Felipe, en la Escuela Naval Militar de Marín, en julio de 1989.

El Rey, junto a su padre y su hijo Felipe, en la Escuela Naval Militar de Marín, en julio de 1989.

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

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El tiempo pasa inexorable. También para elRey. O, quizá, más para él. Una institución que hace de la muerte su opción preferente para el traspaso político, salvo abdicación, es una institución peculiar, en la que el tiempo es importante. Muy importante. La herencia sustituye a la alternancia; el linaje, a la democracia. Siempre me sorprendió la declaración de la reinaDoña Sofía: «¿Abdicar? ¡Nunca! ElReyno abdicará jamás. Ni lo hablamos nunca. Se da por sobrentendido que reinará hasta la muerte. A un rey solo debe jubilarle la muerte. Salvo que... Lo deseable, lo conveniente por el asentamiento de la propia institución en los tiempos nuevos de España es que elReymuera en su cama y alguien diga: 'ElReyha muerto. ¡Viva elRey!'».

En estas circunstancias, es normal que el 75º aniversario del reyJuan Carlos Idespierte interés..., y curiosidad. ElReyes mayor, sí; pero cumple 75 años en un país de personas mayores. Nuestra cuarta edad. Nuestro país será el más viejo del mundo en el 2050, afirman los expertos. ElReyha envejecido, como España.

Fidel Castrose retiró con 82 años, aunque sigue «como guía de la revolución».François Mitterrandfue presidente de la República a los 65 años, y con 79 terminó su cargo. YWinston Churchillconcluyó su mandato como primer ministro a los 81 años. Es decir, tener 75 años no es, necesariamente, unproblema, pero perder el contacto con la realidad, o la capacidad de gestionarla, sí.

ElReytiene el cuerpo lleno de cicatrices. Sus lesiones forman parte de la particular guerra que a veces ha librado contra su propia naturaleza, y contra la de otros seres vivos. Una mezcla de demasiados accidentes, infortunios y temeridades jalonan su expediente. Su inevitable -¿o no?- deterioro físico va acompañado del deterioro de la aceptación y valoración que la institución que representa tiene hoy entre los ciudadanos.

ElReyse enfrenta, en el último tramo de su larga vida de servicio público, a su batalla más difícil. Ya lo decía el poeta griegoHesíodo: «Una mala reputación es una carga, ligera de levantar, pesada de llevar, difícil de descargar».Juan Carloslucha por pasar el testigo en mejores condiciones. No lo tendrá fácil. El pavoroso descrédito de la política, también afecta, y mucho, a la Monarquía. Una poderosa operación de márketing político, con amplias complicidades políticas y mediáticas, está a su servicio. Pero las huellas de la edad en su rostro no son nada comparadas con las huellas de la reputación en la opinión pública.

ElRey quiere demostrar que está en forma, en una ofensiva estética en un entorno de vulnerabilidad ética. Un combate contra el tiempo y sus secuelas. Su agenda es casi impropia de un hombre de su edad. Demasiado. Este desafío político -y biológico- puede jugarle malas pasadas. El exceso en la gesticulación te acerca, por igual, al ridículo que a la heroicidad. España no necesita un supermonarca, sino un rey que sepa comprender su tiempo y el tiempo adecuado para tomar las mejores decisiones.