Ante todo, agradezo al personal del Hospital Sant Joan de Reus su profesionalidad y esfuerzo, a pesar de los recortes salariales y de medios. El 17 de febrero falleció allí mi madre. Antes, había pasado por el abarrotado servicio de urgencias, donde fue colocada en una cama sin manta ni almohada. Las pedimos y nos contestaron que no tenían. "Es la cruda realidad", nos dijeron. No había mantas y solo disponían de cuatro o cinco almohadas para todo el servicio. Trajimos la almohada y la manta de casa. Así estuvo dos días, hasta que la subieron a planta y falleció. Señores políticos y responsables de la sanidad pública: si temieran pasar por un servicio de urgencias con los medios que están quedando o tuvieran que hacer números para llegar a final de mes como la mayoría de mortales, se lo pensarían dos veces antes de aprobar los recortes que se están aplicando. Y piensen que, algún día, todos haremos compañía a mi madre.
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