Hasta hace poco teníamos el Ministerio de Igualdad, pero no sirvió para que se reconociera la sensibilidad química múltiple como enfermedad, a pesar de que la mayoría de afectadas ¿lo que conlleva a la marginalidad y la exclusión social-- son mujeres. Por otra parte, se han cerrado las unidades de toxicología que había en hospitales públicos catalanes, quizá pensando en que al negarse a diagnosticar y tratar a los enfermos no habría que asumir los costes de una enfermedad que está creciendo. Si esta situación se mantiene, los enfermos de sensibilidad química múltiple se verán obligados a emigrar a países con más sentido de la justicia social y en los que ya ha sido reconocida esta enfermedad.
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