Tengo 47 años y, tras casi dos de desempleo, a mi mujer y a mí se nos ocurrió ir a por un hijo. Los tiempos son malos, pero a nosotros ya no nos queda ese tiempo precisamente (ley de vida). Ella es mileurista, y yo, a duras penas. Total, que la felicidad en forma de hermosa niña nos llegó a principios de septiembre. Al ¿cheque bebé¿ ya no llegamos, por supuesto, pero el otro día me enteré de que la universalidad de la ayuda autonómica a las familias también se ha visto restringida para las rentas por debajo de los 12.000 euros al año a partir de los hijos nacidos el 29 de julio. Yo entiendo los ajustes, entiendo que mis padres levantaran una familia sin más ayuda que la constancia, el tesón y la paciencia en tiempos tan o más difíciles que estos, pero ahora me siento como un idiota porque no tengo derecho a lo que tenía la familia de una criatura que nació el 28 de julio, o a la que nació el 31 de diciembre del 2010. Me siento parte de una idea orgullosa de país, de su entorno físico y cultural, pero al salir de esa oficina de Benestar Social (¿bienestar social?) donde me dijeron que no tendría esa ayuda ya no me he sentido precisamente parte de ese país que le da la espalda a sus ciudadanos. Quizá deba replantearme el futuro en una tierra que trata a los nacidos en ella con ese desamparo y desigualdad.
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