Viernes, 27 de enero del 2012 Antonio Jimeno (Presidente del sindicato de profesores AMES. Barcelona)

El ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, informó a los consejeros autonómicos de su intención de pasar de una ESO de cuatro años y un bachillerato / FP de dos años a una ESO de tres años y un bachillerato también de tres. Es una medida muy acertada, ya que permitirá que los alumnos puedan elegir un año antes, a los 15, lo que quieren seguir estudiando. Esto evitará uno de los principales errores de la LOGSE y de la LOE, que es obligar a todos los alumnos, sean cuales sean sus capacidades, a estar juntos en la misma aula hasta los 16 años, o hasta los 18 en el caso los repetidores. Otra de las ventajas de este modelo es que, como la mayoría acabarán la ESO a los 15 años y la obligatoriedad es de estudiar hasta los 16, todos ellos iniciarán el bachillerato / FP. Por tanto, disminuirá el abandono escolar a esa edad, que en España es el doble que la media europea. Para que el futuro modelo suponga una mejora debe ir acompañado de una prueba externa al final de la ESO que permita saber si las calificaciones que dan los centros reflejan realmente los conocimientos de los alumnos. Sin esta prueba, los centros se verán obligados a seguir regalando el título de la ESO a muchos alumnos, para evitar así que estos se vayan a otros centros más permisivos. Es lo que actualmente está pasando y lo que ha supuesto que muchos alumnos no se esfuercen más, ya que saben que para aprobar la ESO no hay que hacerlo. Sin una reválida de la ESO, el profesorado seguirá sin poder educar a su alumnado en la cultura del esfuerzo y la responsabilidad, y cada año serán más los alumnos que llegarán mal preparados al bachillerato, tanto el clásico como el de FP. Sería conveniente un gran pacto de Estado para el establecimiento de una prueba externa al final de la ESO, como hay respecto a la prueba externa que se realiza después del bachillerato y que tanto bien ha hecho a esta etapa. Pero aunque el pacto no sea posible, el Gobierno debería actuar en la enseñanza con la misma firmeza con que ha actuado en la economía para arreglar sus problemas.

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