Aquel día en el bar del Gallego nadie estaba callado. Toda palabra que salía por la boca de los clientes era una excusa más para continuar el escándalo dialéctico a favor y en contra de la independencia. Nadie se ponía de acuerdo. Un abuelo con más días recorridos que por recorrer permanecía callado al final de la barra, observándolos a todos con el semblante muy serio. El más joven se percató del silencio del anciano y le preguntó qué opinaba. Una silenciosa expectación se apoderó de la sala. El abuelo se incorporó y dijo: "Que levanten la mano los que están a favor". Unos levantaron la mano y otros se cruzaron de brazos, algunos negaron con la cabeza y otros sonrieron. El abuelo dejó unas monedas en la barra para pagar su cuenta y se marchó sin preocuparse por el resultado. Las voces de los clientes del local volvieron a escapar por la puerta del bar para perderse en la fría noche. El anciano con paso tranquilo, de vuelta a casa, murmuró sonriendo: "Cada noche la misma historia".
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