Lunes, 29 de julio del 2013 Francesc Duch Campodarbe (Secretario general - Metges de Catalunya)

La situación económica es extraordinariamente problemática y solo saldremos de ella con el esfuerzo general de toda la sociedad, bajo el paraguas de un liderazgo político que justifique, con ejemplaridad y rigor, la ineludible austeridad y los sacrificios colectivos que deben llevarse a cabo. En cambio, no nos recuperaremos de esta sacudida a golpe de decreto, desmantelando el estado del bienestar y aniquilando derechos laborales y conquistas sociales seculares mediante el rodillo parlamentario de la mayoría. Gobernando de forma tan autoritaria, la clase política nunca conseguirá el apoyo social que necesita para rectificar el rumbo y tampoco lo podrá hacer, si no se distancia de forma inequívoca de la corrupción. Intentar enderezar la crisis sin abordar el despilfarro de dinero público es un despropósito, pero intentar hacerlo sin depurar corruptela es ilusorio. Así pues, son necesarios cambios estructurales profundos para corregir ambos males y dar confianza a la ciudadanía. En España, esta corrupción es sistémica, holística y consustancial a la partitocracia nacida en la transición. Tanto los políticos que se han beneficiado como los que la han consentido o, incluso, la han encubierto con su silencio cómplice, ahora no tienen autoridad moral ni para liderar una metamorfosis creíble ni para exigir ningún esfuerzo. Y menos si lo hacen como en los últimos años, concentrando todo el sacrificio en los de siempre, incluidos los médicos que hemos sufrido una pérdida salarial de casi un 30% desde 2010. No podemos consentir que la política de recortes ponga en peligro el estado del bienestar, que tiene en la asistencia sanitaria uno de sus pilares fundamentales. Resultaría indecente que los presupuestos de 2013 dieran luz verde a un nuevo tijeretazo en salud, mientras la lentitud de la justicia deja la corrupción en una situación de aparente impunidad. Ya no quedan líneas rojas para pisar. La asfixia económica de la Generalitat se ha centrifugado sobre los servicios públicos en general y sobre la sanidad en particular, hasta situar el gasto sanitario público por persona en Catalunya por debajo de los niveles de 2007. O lo que es lo mismo, Catalunya sigue a la cola de las comunidades autónomas en cuanto al capitativo sanitario. Quien deba liderar para salir de este callejón sin salida, debe hacerlo con las manos limpias, priorizando las políticas sociales y rompiendo de forma inequívoca con la tolerancia, los vínculos y los encubrimientos de la corrupción instalada en el sistema.

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