El turismo en Barcelona ha pasado de ser una actividad marginal en medio del sector industrial y comercial, a ser una gran fuente de ingresos. Este cambio se ha efectuado en poco tiempo, desde los Juegos Olímpicos. Las posibilidades de desarrollo de las políticas industrial y comercial de la ciudad y de Catalunya se han visto estranguladas por la crisis y por el Estado. Este ha orientado su actividad a configurar una España alrededor de una megacapital, centro económico, financiero y de servicios, con el visto bueno de las élites. Así debe entenderse el bloqueo de las comunicaciones ferroviarias, la supeditación del aeropuerto de El Prat a los intereses de la capital y la concentración en Madrid del 50% del personal investigador de las instituciones públicas. El turismo es una gran actividad económica en Barcelona, pero genera empleo de poco valor añadido, sueldos bajos y puede provocar una espiral de degradación cuando su peso económico es muy elevado. La alternativa no es solo un problema de ordenación de un sector, también es un problema de orientación económica y social. Hay que desarrollar políticas adaptadas a las necesidades de la población y el crecimiento equilibrado y sostenible de cada territorio.
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