Llega la Navidad y, con ella, los anuncios navideños. La publicidad navideña clásica, la lotería, las burbujitas, contribuyen a la fiesta, a la alegría y al consumismo. Estos anuncios reciben muchas críticas, pero a la vez nos vemos atraídos por ellos. ¿Qué haríamos si llegara el día 25 y no hubiera aparecido en la televisión el hijo que vuelve por fiestas a ver a la familia o el cava que sigue siendo el mismo que el año anterior con un vestido discretamente diferente? Los echaríamos de menos. Este año, sin embargo, la crisis ha estado presente en los anuncios navideños y me imagino que, bajo la presión de las carcajadas que generó el año pasado con los cánticos de reconocidos cantantes del país, este año la lotería ha querido reflejar la situación actual de muchos trabajadores que tienen puesta la esperanza en ella. A la vez, el mensaje directo que Ikea ha soltado mostrando el ridículo del consumo abusivo con la representación de un simple molde de galletas de un niño muestra que la fiebre por las compras, por sentido común o por la crisis, disminuye. Al menos en los anuncios.
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