Desde la llegada del papa Francisco al poder -y digo poder, ya que la Iglesia católica es una de las instituciones con más influencia política, económica y social del mundo- se ha convertido en un fenómeno de masas. Su aparente sencillez y sus ideas liberales impactan. Pero pese a tanta declaración de servicio al pueblo y de aperturismo ¿realmente existe tal cambio? ¿No estamos ante un gran comunicador y una publicidad engañosa que nos desvía de la realidad? La Iglesia sufre una decadencia que persiste pese a los intentos del Papa por cambiar las políticas morales más arraigadas del catolicismo, vinculadas con el rechazo de la homosexualidad y el aborto o la preservación del matrimonio. Necesitamos algo más que declaraciones; las acciones reales cuentan más que una bonita frase. Ese aire fresco del que todos hablan no es más que un podemos con dosis de altruismo y aunque la intención es valorable, aún es pronto para conocer sus frutos. Nos adelantamos a los acontecimientos y creemos que el catolicismo puede evolucionar hacía la apertura, pero ¿hasta qué punto una institución tan jurásica puede reformarse? No sé si Francisco será la figura que realice tal hazaña, pero a día de hoy no existe tal modificación y se nos puede llenar la boca de frases sobre la buena disposición de este nuevo Papa, pero permítanme que sea escéptica.
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