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#Prejubilaciones: "Adiós, Roberto"

Martes, 13 de mayo del 2014 Emilio Pérez de Rozas (Barcelona)

Es posible que los bancos no tengan corazón. Pero que no lo tengan sus dirigentes ya es más criticable. Yo llevo decenas de años en el Banco de Santander, de paseo de Sant Gervasi. Y estoy en ese banco porque es el que está al lado de casa. Bueno, y porque está Roberto. Estaba. Roberto era mi segundo apellido. Yo hacía todo lo que me decía Roberto y Roberto, todo lo que yo le pedía. Y así me iba de bien. Ni miraba mi cuenta. Cruzábamos cuatro palabras sobre el Barça y cambiábamos mis miserables euros de cuenta. Casi sin mirarnos. Sin dudas ni sospechas, ¡faltaría! Yo me fiaba de Roberto, no del Santander, ni de Botín, por supuesto. Roberto resolvía, a su manera, con discreción, las injusticias que me hacía el banco, pero ni él ni yo se lo contábamos a nadie. Pero el otro día llegué al banco. Y no estaba Roberto. Tras décadas de ser mi cajero, mi asesor, mi amigo, mi confidente, mi seguro de vida, lo han prejubilado. Peor, se presentó alguien de asuntos internos, le ofreció la prejubilación, le dio horas para decidir y Roberto no tuvo más remedio que firmar. No le dejaron despedirse de nadie. Eso sí, se hizo una lista y nos ha llamado uno a uno, pidiendo disculpas por no habernos dicho adiós en persona. Le he dicho que se lo pase bien, que disfrute, que se vaya a cazar (su pasión), pero les juro que estoy buscando banco. Yo era de Roberto, no del Santander, ni de Botín. Ahora seré de esas dos chicas que desayunan a mi lado en Cortacans. Son de Caixa Catalunya. Me da igual. No me gusta ese banco, pero esas chicas me quieren sin conocerme. Roberto me conocía, pero Botín, no. Voy a cambiar de corazón. El banco me importa un pito.



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