Hace dos décadas conversé con responsables políticos, administrativos y empresariales sobre la posibilidad de llevar por primera vez unos Juegos Olímpicos a los Pirineos. Todo un hito histórico para el mundo y para el olimpismo, y que como otros proyectos transfronterizos acumularía simpatías y toda una serie de empujes que facilitarían alcanzarlo. Dejando clara la implicación de grandes capitales cercanas como Barcelona y Toulouse, me parece que está de más encabezar el nombre de la competición con la marca 'Barcelona'. Hemos oído miles de veces las explicaciones -relativamente convincentes-de la necesidad de que el circuito no sea el de Montmeló sino el de Barcelona o que el espacio lúdico en el Tarragonès se llame BarcelonaWord. La marca ¡Pirineos¡ ha de tener suficiente concentración y confluencia de energías, trabajo conjunto de diferentes Estados, y no ser una propuesta individualista desde la vertiente más cálida del entorno pirenaico, que puede quedar aniquilado por una serie de sonrisas y bromas.
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