Leo varias cartas sobre la gestión del Centre d'Acollida d'Animals de Companyia de Barcelona (CAACB), más conocido como la perrera del Tibidabo, de la que fui voluntario. Después de algún tiempo sin poder ejercer esta satisfactoria actividad, intenté volver, pero me encontré con una nueva responsable que obligaba a hacer un curso de formación a los voluntarios. Vería normal imponer este curso –que se impartía en oficinas y no en la perrera– a menores o a gente sin experiencia con perros. Tengo 52 años, casi toda la vida he tenido perros –ahora tengo dos y un gato– y ya había sido voluntario en una época en la que no había que perder el tiempo con ningún curso para poder pasear a estos pobres animales, porque bastaba –y basta– con unas indicaciones. Si quien va a hacerse voluntario, en vez de tener que hacer un curso, pudiera pasear a un perro bajo la tutela de otro voluntario, seguro que repetiría la experiencia, como me pasó a mí.
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