Con la excusa de que la obligatoriedad de tener una efigie en el Consistorio concierne solo a los jefes de Estado vigentes, la alcaldesa de Barcelona ha ordenado retirar la del rey Juan Carlos. Una efigie es una reproducción de una persona, y la reemplaza simbólicamente. La palabra efigie viene del latín 'fingere', modelar, generalmente la cabeza o el busto de la persona, originariamente sobre una medalla. Es decir se refería a un bajorrelieve o a una moneda. El concepto de efigie se casa mal con el de bidimensionalidad, que es una acepción más reciente. La decisión de la alcaldesa, Ada Colau, es partidista, mezquina y mediocre. No lo ha hecho para responder a una demanda popular, ni en nombre de los catalanes. Juan Carlos I no ha sido un rey tirano que merezca ese ostracismo. Quiero prevenir a los responsables del Estado de que la alcaldesa Colau podría, siguiendo su etimología sesgada, sustituir el busto de Felipe VI por un sello de correos con su efigie y pegarlo en el pasillo del ayuntamiento, sobre un radiador, por ejemplo. Así también cumpliría con la ley, si lo que desea es cumplirla 'ad litteram' y a regañadientes. Espero que el paso de Colau por la alcaldía deje en el recuerdo de decisiones más gloriosas que esta.
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