Martes, 22 de julio del 2014 David Sempau (Ciudad de Panamá)

¿Cuántas más muertes de mujeres, niños y ancianos? ¿Cuántos más litros o metros cúbicos de sangre? ¿Cuántas más viviendas destruidas? ¿Cuánta más infraestructura destrozada? ¿Cuánto territorio más usurpado a sus pobladores? ¿Cuántas resoluciones más de la ONU ignoradas? ¿Cuánto más de todo eso va a hacer falta por tu prepotencia, por tu uso de la violencia y la destrucción? Me temo, Israel, que por mucho de todo ello que decidas arrogarte, nunca será suficiente para los sionistas a los que has puesto al frente de tu destino. Esos mismos sionistas a los que los rabinos de Neturi Karta repudian por personificar, precisamente, lo contrario de lo que los textos sagrados judíos dicen y de lo que representa realmente ser judío. Naciste mal, echando de su casa a otros para ocuparla tú. Creciste peor, expandiéndote territorialmente a costa de los demás. Les encierras con muros, les cortas el acceso al agua, les limitas su capacidad de movimiento, les privas de la paz y la armonía.
Con cada una de tus arrogantes y crueles acciones, con cada muerte de esa niña o ese niño que jugaban en la playa de Gaza o frente a su casa, de la que ya no quedan más que escombros humeantes, plantas la semilla de nuevos terroristas que, si del gueto de Varsovia o de la Francia ocupada se tratara, llamaríamos resistentes o partisanos. Nada aprendiste del sufrimiento de tus antepasados. O mejor dicho, solo a descargar ese sufrimiento sobre otros. El repudio internacional a tus sangrientas acciones va creciendo. Te lo habrás ganado a pulso, Israel, a menos que te libres urgentemente de los voraces halcones que ahora te dirigen y te representan a los ojos de todo el mundo. Pon la paz, la justicia, el amor y la compasión al frente de tus prioridades nacionales. Hazlo cuanto antes, por el bien de todos.

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