Martes, 3 de marzo del 2015 Antonio Herrera (Barcelona)

El 22 de febrero, a pocos metros del Fòrum de les Cultures, se inauguró la segunda placa en homenaje a los barraquistas del Camp de la Bota.Fue una mañana soleada de caras emocionadas, lágrimas, felicidad. Las personas que (mal) vivieron en barracas, en condiciones inhumanas, son humildes y agradecidas, se conforman después de largas reivindicaciones con una placa. La memoria histórica debería explicar con imágenes en que qué condiciones malvivían. El profesor y escritor Josep Maria Montferrer presentó el acto. En su libro El Camp de la Bota, leo: «Para muchos ha quedado la imagen oscura, inhumana y cruel de la miseria, de los crímenes y del silencio culpable. Este libro no oculta nada de todo esto, aporta el contrapunto de la resistencia, de los gritos de libertad, y de las luchas por la dignidad de mucha otra gente. Ahora el Camp de la Bota ha desaparecido; ha sido borrado del mapa. Es otra manera de silenciarlo». Francisco Moreno nació en las barracas del Somorrostro: "Recuerdo que mi padre nos colgaba del techo porque las ratas nos comían". Francisco, de etnia gitana, vivía cerca del parapeto: "Vivíamos en un campo de concentración, el castillo de las cuatro torres; era un monstruo, lo único importante era la solidaridad de las gentes, y sus vivencias". Sus palabras emocionadas y sencillas deberían quedar impresas junto a la placa. Como dijo en el acto Custodia Moreno, "el homenaje también es para los inmigrantes que a lo largo de la historia se han visto obligados a abandonar sus lugares de origen en busca de un futuro mejor para sus familias". Existieron 93 barrios de barracas, sin agua, luz, alcantarillado... Familias que vivían en la auténtica miseria.

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