Es triste y lamentable que a estas alturas se siga polemizando con un supuesto problema con el idioma en Catalunya y se utilice la lengua catalana con intereses electoralistas. Las declaraciones del ministro Wert, cazadas por el micrófono de un periodista en los pasillos del Congreso, comparando el tratamiento del castellano en Catalunya con el que sufrió el catalán en época de la dictadura franquista, constituyen una falacia de dimensiones incalificables que demuestran una exacerbada mala fe por parte de un Estado que se ha propuesto dilapidar uno de los mejores activos de nuestra cultura. El sistema de inmersión lingüística, que tan buenos frutos está dando, se implantó en su día para encauzar una situación de menosprecio y marginación de un idioma que aún hoy se halla en inferioridad. La mayoría de la ciudadanía empieza a estar cansada de que se siga alimentando una polémica inexistente en un territorio donde la convivencia es ejemplar y donde el respeto por el castellano ha sido y es exquisito.
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