Indignado es poco para describir cómo me siento. Escribo esta carta para denunciar uno de los motivos que ayudan a que sigan muriendo mujeres en manos de maltratadores. Y escribo en caliente porque lo hago recién llegado de un juicio que se acaba de celebrar en el que hemos pedido una orden de protección para mi madre. Después de presentar una denuncia ante los Mossos y de que instantes antes del juicio nos cambiaran la abogada, la juez le tomó declaración primero a mi padre, después a mi madre y finalmente a mí, como víctima y testigo de los hechos. Entre lágrimas, le expliqué a la jueza cómo mi padre nos amenazó con prender fuego al piso con nosotros dentro, y cómo juró matarnos aunque a él le costara la vida. Asimismo testifiqué cómo en no menos de tres ocasiones he visto a mi padre coger a mi madre por el cuello.
A pesar de todo ello, la resolución de la Justicia es que no procede la orden de protección para mi madre porque hay contradicciones entre lo que dice mi padre y lo que dice ella y que, en esta caso, la jueza no le puede dar veracidad a lo que cuenta una sobre lo que dice el otro. Supongo que ver a un hombre de 48 años al que se le caen las lágrimas mientras dice que está convencido de que su padre es capaz de matar a su madre no sirve para nada a la hora de conceder una orden de protección. Que me expliquen cómo quieren acabar con la violencia de género. Siento rabia por la gran ayuda prestada por un juzgado de violencia sobre la mujer a una mujer amenazada por un hombre.
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