Sábado, 5 de septiembre del 2015 David Rabadà (Gavà)

El presidente del Gobierno ha afirmado recientemente que la desunión es un virus para el Reino y que Catalunya está sembrando ese patógeno. Cierto es que en esa autonomía los disidentes son muchos, pero hay que entender que la unidad española es algo paradójico ante los hechos de la historia. Véanse en ese sentido Gibraltar, el Sáhara Occidental, Filipinas, el Rosellón francés o las antiguas colonias de América Latina. Muchos de esos territorios pertenecieron a la unidad española pero fueron entregados a otras soberanías o simplemente abandonados y perdidos. Por otro lado, los catalanes independentistas no desean una separación, sino una vecindad con España dentro del marco europeo. La pregunta es si el PP de Rajoy va a facilitar esa amistad con su nuevo vecino europeo. La respuesta resulta obvia, y para ello, Rajoy y los suyos sacan la Constitución española como estandarte de la unidad. Así, afirman que el intento catalán está fuera de toda legalidad y por tanto, fuera de todo derecho. 
La falacia es que legal no significa moral. Hace unos años la homosexualidad en España era ilegal, aunque ahora la entendamos como un derecho. Añadamos que la Constitución española rige a una mayoría de españoles que no la votaron. Es decir, nuestro marco legal fue votado por muchas personas que ya murieron y no por los jóvenes de hoy. La leyes poco reflejan la justicia, y me remito a los tejemanejes del Estado con la banca, a la ley del aborto o a la ley mordaza. Si el único argumento que esgrime Rajoy para atar a los catalanes es esta Constitución, me temo que los independentistas poco caso harán a los deseos del PP. Si los catalanes quieren marcharse, mejor tenerlos como amigos que como enemigos. La unidad da la fuerza, el ataque del PP la división.
 

Si quiere debatir sobre este tema, escríbanos aquí

Compartir: