En época estival se habla mucho acerca de si los perros pueden compartir las playas con las personas porque las ensucian. Me cuesta entenderlo. Cuando he ido a alguna playa con mi perro, este jamás se ha dejado tiradas por cualquier parte --al contrario que los humanos-- la ceniza ni las colillas, ni el papel de aluminio de su bocadillo o las bolsas de patatas fritas y envoltorios de helados. No recuerdo que mi perro se haya dejado en la arena o en al agua ningún accesorio de higiene (íntima o no), ni tampoco le he visto abandonar botellas y vasos después de un botellón. Lo único que he visto es que cuando ha hecho sus necesidades en la playa yo misma las he recogido con una bolsa y las depositado en el contenedor. Con esto quiero dar a entender que con educación y respeto todos podemos compartir los espacios públicos. Porque las molestias, vengan de donde vengan, han de ser sancionadas. Pero también debemos avanzar en el trato hacia las mascotas y ponernos a la altura de nuestros vecinos europeos, que ya hace muchos años que permiten que sus mascotas viajen en transportes públicos y compartan las playas y otros espacios públicos con las personas. Eso sí, cuando no se cumplen las normas establecidas y no se respeta la convivencia debe sancionarse tanto a los cuadrúpedos como a los bípedos. No demonicemos a todos los seres vivos por la mala conducta de algunos. Y, para aquellos que no comparten su vida con un animal, no se preocupen, los primeros interesados en que las mascotas estén bien educadas somos sus dueños.
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