Domingo, 28 de septiembre del 2014 Laura Mata (Barcelona)

Son las 7.10 horas, hace once horas y diez minutos que empezamos la guardia en Barcelona. Es viernes noche. Mi ambulancia (unidad soporte vital intermedio del SEM) está formada y equipada para atender accidentes de tráfico, infartos, paros cardiorespiratorios, ictus, politraumáticos y muchas otras patologías graves. Pero estas unidades no podemos estar disponi bles para estas emergencias. Esa noche de viernes, por ejemplo, visitamos varios locales de copas, entre ellos una discoteca en el Poblenou y uno de los muchos locales del Port Olímpic que a menudo nos alertan para recoger los restos de la noche. Como muchas otras noches de fiesta, el exceso de alcohol, el abuso de drogas y la falta de responsabilidad hacen que los servicios de emergencias como el SEM y las camas de hospital se llenen de individuos intoxicados que privan de espacio y asistencia o la demoran a enfermos que lo necesitan.

Es injusto que esto suceda en estos tiempos de euro por receta, copago y recortes en camas de hospital y otros servicios públicos. A cada irresponsable intoxicado se le destina al menos una patrulla o dos de policía, más una ambulancia de traslado, y el personal y la cama que ocupa durante su estancia en el centro sanitario. Hubo la propuesta de cobrar por estos servicios, pero si bien es acertada cuando hablamos de mayores de edad y turistas, no lo es tanto con los menores, que suelen intoxicarse voluntariamente mientras sus padres no lo saben. Creo que hay que buscar otras soluciones como, por ejemplo, servicios a la comunidad.

Los profesionales que nos dedicamos a esto estamos bastante hartos de hacer de coche escoba de borracheras cuando quizá en algún otro punto de la ciudad hay alguien que realmente depende de nosotros para salvar su vida y la ambulancia que le debería atender está ocupada haciendo este tipo de servicio.

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