El panorama actual de los recién licenciados españoles se presenta desolador. Mientas muchos tienen que abandonar el país para probar suerte en el extranjero, el resto debe luchar por hacerse un hueco en el mercado laboral nacional. Conseguir el primer empleo no es fácil: la mayoría de ofertas requieren como mínimo dos años de experiencia. Sin empresas que contraten a recién graduados, los jóvenes están obligados a realizar prácticas para lograr esos años de experiencia exigidos. Las empresas que ofrecen este tipo de prácticas (la mayoría no remuneradas) se escudan en la crisis para tener empleados de bajo coste dispuestos a realizar trabajos ajenos a su especialidad o a alargar sus horarios laborales. Los becarios, ilusionados por iniciarse en su profesión, acaban resignados ante los abusos empresariales por falta de alternativas. El nivel de conformismo de los jóvenes ante tal situación es directamente proporcional al grado de desesperación y frustración de la sociedad. Mientras sigamos echando la culpa de todo a la crisis, continuaremos perdiendo derechos a favor de las empresas.
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