El nivel cultural de un país está en función, entre otros factores –como la educación recibida–, de la importancia que se da a la cultura y los recursos que se le destinan, es decir, la partida presupuestaria y el tratamiento fiscal que el Gobierno de turno decide aplicar. Dado que la ciudadanía de un país culto goza de una mente mucho más predispuesta a pensar y, como consecuencia, a analizar y ser crítica con la realidad que le rodea, es fácil deducir que si la cultura no se fomenta, el objetivo es procurar que la gente piense lo menos posible, con todo lo que ello conlleva. Es evidente el motivo por el que el IVA cultural se mantiene al nivel actual. No es solo para recaudar.
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