Hace apenas cuatro semanas que llegué a Barcelona desde La Coruña a estudiar y, para mi sorpresa, las cosas no son lo que parecían. Nunca había estado aquí antes y la visión que nos hacen llegar fuera es muy distinta a la realidad: nos muestran a los catalanes como radicales y cerrados. Sin embargo, a los pocos días de llegar ya me sentía una más en el barrio. En la universidad, enseguida recibí mensajes de compañeros ofreciéndome ayuda y me han guiado y han hecho que me adapte al ritmo de las clases rápidamente. La gente en el barrio ya me conoce como la gallega y en los bares me regalan una sonrisa con cada café. Me preguntan si entiendo el catalán y no tienen ningún problema en hablarme en castellano, aunque cada vez me resulta más fácil y me encanta el aprecio que sienten aquí por su lengua. Ojalá se deje de proyectar fuera esa imagen tan lejana de la realidad de los catalanes porque me encanta la hospitalidad con que te recibe esta ciudad.
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