Tengo 20 años y estudio y trabajo. Bueno, matizo: curso tres asignaturas anuales (traducido: unas cinco horas semanales de estudios) y seis horas semanales de trabajos salteadas. Salgo dos horas y media antes de casa para hacer dos horas al mediodía en una escuela en la montaña en Castelldefels y después salgo pitando y comiendo deprisa para hacer una clase de repaso a una niña en Poble Sec. Intento compaginar las clases con los trabajos de modo que llevo 40 cosas encima durante los 40 transbordos que hago a diario. Con la ayuda de mis padres, que bastante tienen con sacar adelante otras cosas, sumada a los cuatro duros que gano al mes intento pagar lo más importante de mi vida: mi formación. Hasta aquí, bien. Soy feliz. Hago lo que puedo y siempre busco y batallo para hacer más. Igual que tantos otros como yo. Pero estos días y hasta mediados de diciembre me encuentro con algo que no me hace gracia. Sé que todos tienen derecho a hacer huelga, pero esta fiesta de Renfe me obliga a llevar un ritmo de vida que acabará con mis nervios. No me puedo permitir perder ni una clase (sería dinero tirado, no pasa nada, el dinero me llueve del cielo...) ni un día de trabajo (que equivale a clase que no podré pagar) ni mucho menos las dos cosas a la vez. Repito: Sé que tenemos derechos. Pero llega un punto en que te planteas si esto se convierte un abuso a gente que no tiene ninguna culpa y que es quien es perjudicada de forma muy grave. Al final acabamos pagando todos menos a los que va dirigida la queja que motiva la huelga.
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